La hipótesis de la «Tierra rara» o por qué vivimos en un planeta único

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Imagen de la Tierra tomada desde la superficie de Luna durante las misiones Apolo
Imagen de la Tierra tomada desde la superficie de Luna durante las misiones Apolo NASA

Stephen Hawking advertía sobre los riesgos de contactar con civilizaciones extraterrestres porque nuestro mundo resulta demasiado atractivo

20 abr 2024 . Actualizado a las 10:23 h.

Desde la década de los 70, el programa SETI de búsqueda de inteligencia extraterrestre ha intentado establecer contacto. Esta iniciativa cuenta con varias instalaciones por todo el planeta que se dedican tanto a recibir como a enviar mensajes. De momento, no ha habido respuesta. La única anomalía que hoy sigue sin explicación ocurrió el 15 de septiembre de 1977, cuando se detectó una potente señal de radio que pasaría a la historia como señal ¡Wow! por la reacción de asombro de los astrónomos que la captaron. «Lo curioso es que se registró en la frecuencia del hidrógeno que se usa precisamente para contactar con otras civilizaciones porque es la que tiene menos interferencias y ruido», explica el astrónomo Borja Tosar.

La idea de conversar con alienígenas puede resultar en principio muy excitante, aunque el físico británico Stephen Hawking solía advertir sobre la amenaza que esto supondría. Hawking sostenía que las condiciones de la Tierra resultarían atractivas para cualquier civilización extraterrestre más avanzada que la nuestra. «Si nos visitaran, los resultados serían como cuando Colón llegó a América, algo que no salió bien para los nativos americanos», dijo.

El nuevo éxito de Netflix El problema de los tres cuerpos ha resucitado la hipótesis de la Tierra rara. «Tradicionalmente se pensaba que vivíamos en un mundo que no tenía nada de especial y que de la misma forma que la vida prosperó y evolucionó en este planeta tuvo que hacerlo en otros muchos. Sin embargo, hemos terminado descubriendo que no es así», reconoce el astrónomo gallego.

A continuación, se exponen los principales argumentos que refuerzan la tesis de que podríamos estar habitando un mundo extremadamente valioso en todo el Universo.

La Luna, un satélite grande

Una de las particularidades más importantes que han favorecido la aparición de la vida en la Tierra es su satélite natural. «La Luna tiene unas dimensiones enormes en comparación con nuestro planeta. Esta relación de tamaños no resulta tan habitual. Se formó tras la colisión de un cuerpo gigante del tamaño de un planeta contra la Tierra. Además, por la velocidad e inclinación del impacto, el objeto arrancó una parte de la Tierra que ayudó a formar el satélite. Si ese choque hubiera sido solo un poco diferente, el resultado habría sido distinto», apunta Tosar.

Eje de rotación

Otra ventaja determinante ha sido el eje de rotación terrestre. Está inclinado 23,5 grados respecto al plano sobre el que orbita alrededor del Sol. Un eje que ha permanecido estable durante eones gracias a la influencia de la Luna y con una inclinación menor que genera unas estaciones predecibles y compatibles con los seres vivos.

Ubicación en la Vía Láctea

La Tierra se encuentra a unos 24.000 años luz de distancia del corazón de la galaxia. Está más cerca del borde exterior que del centro. «La zona que habita resulta fundamental porque si estuviera más cerca del centro habría sido arrasada por explosiones de rayos gamma y otro tipo de radiación incompatible con la vida», subraya.

Zona de habitabilidad

Dentro del Sistema Solar, la Tierra no está ni muy lejos de la estrella para estar congelada ni muy cerca para achicharrarse. Se encuentra a una distancia perfecta que permite agua líquida en la superficie. «Los otros dos planetas rocosos de la zona habitable, Marte y Venus, también tuvieron las condiciones para iniciar la vida en el pasado. Ambos albergaron océanos de agua líquida y un entorno parecido al de la Tierra. Sin embargo, uno se convirtió en un desierto helado y el otro en un infierno en el que llueve ácido sulfúrico. Solo el nuestro se mantuvo estable» destaca Tosar.

Júpiter, el escudo

El cosmos es un lugar muy hostil en el que resulta bastante frecuente sufrir el encontronazo con algún cometa o asteroide. La Tierra, sin embargo, cuenta con un escudo gigante que se llama Júpiter. «Hay que tener en cuenta que es un planeta cien veces más grande que el nuestro y que absorbe una gran parte de los impactos que se producen dentro del Sistema Solar. Sin Júpiter, habría más colisiones que provocarían más extinciones masivas y la cadena evolutiva tendría que estar reiniciándose cada poco tiempo», concluye el astrónomo.