La sombra del maestro

A MARIÑA

05 may 2024 . Actualizado a las 18:28 h.

Desconozco la influencia y la huella que los actuales maestros de mi querido puerto de San Ciprián logran dejar en sus alumnos. Enseñar es ciencia y arte. Aquí en esta costa al norte del norte, tal como comparto con mi amigo Moncho Pernas, tuvimos el honor y el privilegio de contar con muy buenos maestros. Nos enseñaron, educaron, sensibilizaron y nos identificaron con la mar que tanto ha sido para las vidas de nuestras comunidades parroquiales.

Galicia è o que vemos: a terra, o mar o vento...así clamaba Manuel María. Chairego pero residente en ese mar da vila mariñeira de Foz. Por eso tal lugar y el nuestro que fueron con sus rías puertos naturales celebramos El Carmen.

Una página de un diario lugués con fecha 16 de julio en 1971, recogía una entrevista al hombre que más puso de su personalidad y conocimientos para forjar ciudadanos. Hacía poco que como miembro permanente de la Junta Rectora del Museo Provincial del Mar, había sido nombrado por la Diputación Provincial su Director. Además de ejercer como profesor de Orientación Marítimo-Pesquera, lo que le convirtió en promotor de vocaciones y titulaciones para patrones, pilotos y motoristas en la navegación.

Sin duda amén de enseñar y formar generaciones -escuela nacional, bachillerato, diferentes categorías de mareantes- me quedo con dos actividades que le dieron máximo prestigio: La excelente preparación de quienes se examinaban para patrones en las Escuelas Oficiales de Náutica en el norte de España y así la «marca» Rivera Casás era garantía por buena preparación del aspirante. La dedicación al desarrollo del Museo Provincial del Mar, hoy parte importante de la red museística provincial que gestiona la Diputación Provincial de Lugo y que requiere lo antes posible de ampliación espacial para exponer los fondos que están guardados.

Son muchas las virtudes socio culturales del MAESTRO. Y de ahí que le concedieran importantes galardones y homenajes. Siempre señalo el señorío que le caracterizaba y la admiración que le profesábamos todos sus alumnos desde aquel primer curso de 1934. Fue el más fiel paladín de ese mar de cultura que a los de mi generación e inquietud identitaria nos gusta mantener y divulgar a pesar de los tiempos revueltos que nos han tocado vivir. Y como ejemplo algunas de sus enseñanzas escritas.

«La influencia de la mar en paisaje y paisanajes. También en las vocaciones profesionales tanto para la pesca como antes para el cabotaje». Su alabanza para con las carpinterías de rivera, astilleros, industrias y artesanía de valor cultural a veces poco defendido por las instituciones públicas. Orgulloso de como sus alumnos jubilados dedicaban su tiempo a crear esas hermosas maquetas que están en una parte del Museo y que recuerdan la historia de aquellos barcos con alma vital cuando emprendían las singladuras bajo la mano de un patrón nacido entre la mar y el viento de nuestro San Ciprián.

Muchas veces lo encontraba, ya jubilado, de traje y corbata, sentado en un banco cara a o vento mareiro. Recordaba y rezaba. Desde su galería oteaba el horizonte hasta dónde mar y cielo se juntan. Hasta el atardecer cuando la luz del querido faro desde La Atalaya comenzaba la ronda por mar y tierra. Quizá esperaba como Cunqueiro la llegada de Simbad. Que de haberlo conocido habría sido alumno suyo.

Echo de menos dos iniciativas. Un premio para trabajos literarios o de investigación marítima con su nombre. Una calle. Sobre todo cuando el colegio que llevó su nombre en Los Campos ha desaparecido. Mientras, siempre que paso delante de su casa tengo la sensación que hay una luz en su despacho, o cuando acudo a Viveiro-Faro y me acerco a la abandonada escuela dónde comenzó a enseñar, me voy a encontrarme con alguno de los descendientes de sus primeros alumnos.