Claudio, el conserje del instituto Monte da Vila, se jubila: «O Grove é como unha nasa, cando te atrapa xa non te solta»

Leticia Castro O GROVE / LA VOZ

O GROVE

LETICIA CASTRO

Deja el puesto después de 38 años y una vida laboral llena de anécdotas

05 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras treinta y ocho años en un trabajo del que disfrutó siempre, Claudio Roldán, el conserje del IES Monte da Vila de O Grove, se jubila de un cargo que le trajo siempre muchas alegrías, quizás por su carácter afable, y por que era, desde luego, una persona muy respetada en el centro. Casi cualquier meco que tenga entre treinta y cinco y cincuenta años habrá pasado por allí y guardará de él un buen recuerdo, con sus broncas siempre en buen tono, controlando que todo estuviese en orden, haciendo fotocopias o asegurándose que todos los alumnos regresaran a las aulas.

Allí vio desfilar a muchas generaciones y se ha granjeado buenas amistades entre el personal docente y el administrativo: «Aquí tengo hasta un compadre», comenta en alusión a Manolo Reino, quien compartió con él toda esta aventura. «Eu cheguei en outubro de 1985 e Manolo xa estaba para facer as matrículas», cuenta echando la vista atrás. Fueron los únicos que no marcharon «e conseguimos entre os dous que o centro non caera».

De aquellos primeros años recuerda que el Monte da Vila había pocos alumnos y profesores, «douscentos estudantes e vinte tantos docentes serían». Tenían de director a un profesor de francés que estuvo dos años y se encargó de echar a andar el instituto. Vivió muchas obras y vio como las instalaciones crecían, «chegamos a ter seiscentos alumnos e setenta profesores, case o doble que agora», relata. Así que cabe imaginar que anécdotas tiene un ciento y ha sido testigo de muchas ideas peregrinas del alumnado: «Unha vez incluso tivemos un incendio, ardeu o pavillón, e sabemos quen foran, querían amolarme a min para botarme fóra e plantaron lume a unhas colchonetas». De estas ideas peregrinas vivió unas cuantas, igual no tan graves, pero en general puede presumir de haberse ganado el cariño de los mecos. «Cando cheguei pensaba botar uns anos e logo marchar pero O Grove é como unha nasa, cando te atrapa xa non te solta». Por eso le da pena marchar, aunque ahora toca «descansar e desfrutar da neta», dice.

Atrás quedan las batallas en los pasillos, los sobresaltos nocturnos, las broncas con los más quinquis y la complicada tarea de lidiar con los padres.