Fernando, el sastre que decidió empezar de cero a sus 58 años

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

XOAN A. SOLER

Este arzuano aprendió la profesión de su padre y trabajó por cuenta ajena hasta ahora, cuando está a punto de inaugurar su propio establecimiento en Compostela

26 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuenta Fernando Freire Vázquez que creció, literalmente, en una sastrería. El menor de tres hermanos convirtió en su profesión todo lo que le enseñó su padre desde niño en Viñós, Arzúa. Manuel Freire fue su maestro, quien contaba con su mujer, María Vázquez, como principal oficial, recuerda este sastre de segunda generación que lleva toda su vida trabajando por cuenta ajena. Fue, al principio, uno de los 18 discípulos de su primer mentor, «e, entre eles, había ata un xordomudo», recuerda el arzuano. Reconoce que realmente valoró todo lo que él les había enseñado cuando eso le abrió las puertas a una gran empresa, en la que trabajó a lo largo de más de un cuarto de siglo. Ahora, a sus 58 años, ha decidido empezar de cero y abrir su propia sastrería artesanal, una que lleva su propio nombre, en el Ensanche de Santiago.

La incompatibilidad de horarios con su faceta como docente de una nueva generación de sastres «foi o empurrón que necesitaba para dar este paso», explica Fernando. Tras obtener el verano pasado la carta de artesano, desde Artesanía de Galicia le propusieron convertirse en maestro del oficio: «A min apetecíame poder transmitir todo este coñecemento e que non se quedase aí. A principios de ano, en colaboración con Ramón Lareo e a academia de Ana Prados, comezamos a impartir formación permanente en oficiais de xastrería artesanal, dada a escaseza que hai de man de obra». Para poder compaginar esto y la propia actividad, optó por emprender y el 10 de mayo será la inauguración oficial de su nuevo establecimiento, emplazado en Ramón Cabanillas 11.

Allí ofrecerá sus servicios tanto a mujeres como a hombres porque «a xastrería non ten xénero, a pesar de que é habitual asociar o traballo do xastre aos traxes para homes, pero abarca todo o proceso e a técnica que tanto se poden aplicar a unha chaqueta americana masculina como a unha feminina, así como á confección dunha saia coa súa estrutura e entretea, unha garabata ou unha camisa a medida. O que non facemos son vestidos e outros traballos de modistaría», aclara.

Fernando ya ha solicitado la certificación de su negocio como taller artesanal y los viandantes podrán ver parte del proceso desde la calle: «O local está dividido por un moble con tecidos e mostrarios. O espazo de atención á clientela, na entrada, ten unha mesa de cortar de cara ao público». Y, entre otros detalles, ha incluido en la decoración un pequeño homenaje a uno de los grandes retos de la sastrería, los tejidos de cuadros, que exigen «moita técnica na execución, minuciosidade e gran precisión» para dar continuidad a las líneas a pesar de las costuras y pinzas de las prendas. «Un dos últimos traxes que fixen é un tres pezas de cuadro asimétrico e foi unha tarefa tan laboriosa que pasei todo un día de nove da mañá a nove da noite -cun descanso para comer-, e mailo día seguinte ata as dúas do mediodía só para cortalo», indica este sastre, el cual ha hecho un guiño a este rompecabezas de la profesión añadiendo en su establecimiento un panel de 1,50 metros de tela de Scabal (con un valor importante) enmarcado con una moldura y, sobre él, el logo de su negocio.

En esta nueva etapa, el sastre arzuano seguirá reivindicando los valores que le enseñó su padre, como «a humildade, perseveranza, a atención personalizada e o traballo ben feito», dice un hombre convencido de que «a perfección non existe, pero hai que buscala». Sobre la evolución del propio oficio, recuerda que antes se consideraba la sastrería «un ben social, de primeira necesidade», aunque los salarios eran «míseros» e incluso era necesario complementar la profesión con el trabajo en el campo. Para él, aún queda mucho trabajo por hacer para dignificarlo: «Este é un mundo totalmente descoñecido para a maioría. Hai que ver toas as entreteas deste oficio para poder valoralo na súa xusta medida, porque xa non hai que ter en conta o que costa unha tea de cert acalidade senon todo o traballo que implica o proceso. Unha chaqueta artesá leva 80 horas facela, por exemplo. Non podemos competir coas prendas dunha tenda ou boutique no prezo, pero si hai quen valora que as pezas que levan sexan únicas, como resultado dun proceso artesanal. Eu sempre digo que o feito a man sempre vai ter algunha pequena imperfección que o vai facer distinto e dalle alma á peza».