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Una gallega descubre nuevas especies en la Antártida

Pablo Portabales Ana Lorenzo

AROUSA

10 nov 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Su padre murió de cáncer y ella acaba de descubrir unas esponjas que podrían contener el secreto para curar la enfermedad que se llevó a su progenitor. Pilar Ríos López leyó esta semana, en la misma facultad compostelana de Biología en la que estudió, una tesis doctoral en la que empezó a trabajar en 1996. Fueron once años de su vida y dos expediciones al frío de la Antártida a bordo del buque oceanográfico Hespérides, que finalmente tuvieron recompensa.

En la zona comprendida entre las islas Shetland del Sur hasta el mar de Bellinghausen encontró siete especies de esponjas marinas hasta ahora desconocidas en el mundo. «Son totalmente nuevas para la ciencia, y su esqueleto, completamente diferente a otras conocidas», destaca la investigadora, que hace esfuerzos para utilizar unos términos fáciles de asimilar por todos. La tesis, dirigida por su marido, también biólogo, Javier Cristobo, lleva por título Esponjas del orden poecilosclerida de las campañas españolas de bentos antártico, y por ella obtuvo el sobresaliente cum laude y la calificación honorífica de doctor europeo.

Cuatro de los sorprendentes hallazgos marinos de la experta gallega ya están publicados en revistas científicas y los otros saldrán a la luz en breve. «Después, la empresa PharmaMar tomará una pequeña muestra de cada una para saber si contienen sustancias bioactivas potencialmente anticancerígenas», explica esta mujer, que en la actualidad desarrolla su labor de investigación en la Universidad de Oviedo, donde estudia las esponjas del Cantábrico en una zona marina que, posiblemente, se convierta pronto en la primera protegida en Europa. Dice que mucha gente le pregunta por qué estudia las esponjas si no se comen y ella explica que «son unos organismo básicos, uno de los primeros eslabones en la cadena marina y de los más primitivos. Sirven de protección para otras especies y de ellas evoluciona el resto de la vida que hay en el mar».

Pilar nació en Salamanca, pero su familia se trasladó a vivir a Galicia en el año 1982. «Somos gallegos de adopción», dice sonriente. Vivió en Santiago y A Coruña y la carrera la hizo en la universidad compostelana. «Me siento orgullosa de haber vuelto para leer la tesis», afirma Pilar. Antes de centrar su actividad en la investigación de la biología marina trabajó en la Escola de Mergullo Científico de Vigo. Siempre pegada al fondo del mar, a ese fondo donde pueden estar las llaves que abran el cofre del cáncer. «Sigue siendo el gran desconocido. Se mandan satélites al espacio, pero apenas se sabe nada de los fondos marinos», reflexiona.