No son muchos los que pueden presumir de haber trabajado durante 33 años para la misma empresa, sobre todo, en los tiempos que corren. Pero todavía son menos los que lo afirman mostrando la misma ilusión que cuando empezaron por su quehacer diario. Milagros Piñeiro Piñeiro es una de estas raras excepciones. Mañana mismo, recibirá la medalla del Mérito en el Trabajo que Paradores otorga a empleados que han dedicado toda su vida a la empresa. Para ello tendrá que desplazarse hasta Alcalá de Henares, donde se le rendirá un homenaje que, me van a permitir, tiene más que merecido. Lleva 33 años siendo camarera de planta en el Parador de Cambados. Toda una institución en este establecimiento hotelero, como dicen sus compañeros.
La carrera de esta cambadesa comenzó cuando apenas tenía quince años. Entonces se incorporó al Posta do Sol, el restaurante que gestionaban sus tíos. Esta experiencia en hostelería le sirvió para que fuera una de las nuevas incorporaciones de personal que realizó el Parador cuando se amplió, en el año 1976. Primero fue camarera de bar y, después, de planta. Un cargo que ya no abandonó nunca. El establecimiento pasó de tener ocho habitaciones a tener 58 y Mila y sus compañeras se han ocupado siempre de que todo esté perfecto en cada una de ellas. Ahora es la única de las que entró a trabajar entonces que todavía sigue activa. Y cuenta la gobernanta del establecimiento que se ha convertido en una verdadera maestra, pues es la encargada de enseñar a las más jóvenes. Tarda menos de diez minutos en dejar impecable una cama, sin una arruga, y son muchos los clientes habituales que preguntan por ella, pues dispensa a todos una atención personalizada que tiene en cuenta todos los caprichos.
Cuenta la propia Mila que en estos 33 años las cosas han cambiado mucho en el Parador. El trabajo se ha modernizado, pues antes había que cargar y descargar las lavadoras y no disponían de carritos para servir a las habitaciones. Tampoco fue fácil conciliar la vida laboral y familiar, pues antes no había tantos servicios como guarderías o planes madruga. En el Parador pasaba más de ocho horas y, después, tenía que atender la casa y a sus dos hijos. Por suerte contó siempre con la ayuda de su familia. Nunca ha visto el trabajo fuera de casa como una carga, sino como una forma de salir, de relacionarse. Por eso a sus 55 años de edad no piensa tampoco en dejar su puesto en el Parador. «Hay momentos en que piensas que ya debes dejarlo, pero después piensas, esto es lo mío de siempre», explica. Allí se jubilará, sin duda, tras cumplir más de cuarenta años de servicio. Mila es de esas personas a las que les encanta su trabajo y, por supuesto, habla maravillas del ambiente que se respira entre el personal de este centro hotelero.
Acompañada de su hija Ana Ulloa , Mila partió esta misma mañana hacia el Parador de Alcalá de Henares. Allí podrá disfrutar de dos jornadas festivas en las que, por una vez, ella será una de las protagonistas. Nadie podrá negar que se lo ha ganado. Son 33 años de duro trabajo.