Úlas aquelas sardiñas? ¿Qué corriente se las llevó polo mar abaixo? Tal vez a usted le haya pasado lo mismo últimamente. Hace siete u ocho años, siete u ocho veranos con sus San Xoán correspondientes, en los que la sardina debería, si fuera una sardina decente y de provecho, mollar o pan, pero tal milagro no acontece.
Aquellas sardiñas asadas que uno sostenía por el rabo con una mano mientras que con la otra con un ligero gesto de dos dedos las descamisaba, no se ven por estos pagos desde hace mucho tiempo. No solo eso. La calidad de la vianda ha decaído y se podría decir que se trata de otra especie más brava, grande y espinosa.
La xouba permanece inalterable en las rías, con medalla de oro para la rianxeira, pero la sardina que bailaba su danza de plata en los amaneceres del muelle de Portosín, ha emigrado sin dejar teléfono ni dirección.
Desmiéntame por favor si sabe usted de ella, porque estoy deseando acariciar su lomo, oler como un amante loco su piel tostada por la brasa, besar sus adentros y embriagarme con su aroma voluble como el humo de las parrillas que en cualquier playa, a cualquier hora, ascendía a los cielos como un sacrificio de agradecimiento a los dioses.
Estas sardinas de hoy nos han colado el timo de la estampita y en vez de billetes de banco nos hemos encontrado con recortes de la sección de anuncios por palabras de periódicos atrasados. He oído por los malecones que la dinamita espantó a aquellas, las más listas de la clase, y aquí se quedaron las del pelotón de los torpes.
También hay quien achaca la huida de aquel tesoro, al regalo viscoso y negro que nos dejó el Prestige a la puerta de casa. A saber?con fe escribo este reclamo desesperado por ver si alguien sabe de Doña Sardina y me remite un plano del tesoro en la seguridad de que partiré de inmediato aunque la ruta me lleve al mismísimo infierno.