Hace exactamente una semana, la gran protagonista de la unidad de diálisis del hospital era Conchi. Y es que, al acabar el tratamiento, tenía que asistir a una boda. Todos los profesionales médicos se esforzaban en que se encontrara lo mejor posible. Esta barbanzana de tan solo 32 años tiene que acudir a las sesiones desde septiembre, y recuerda como un suplicio el traslado hasta Santiago, donde era tratada: «Tuve que ir a La Rosaleda en autobús durante dos meses. Era un suplicio, nos trasladaban y nos recogían, pero a veces tardaban demasiado, ya que había que esperar por el resto de los pacientes». Conchi es una de las nuevas usuarias que se está adaptando a la diálisis en el hospital de Barbanza. Como con el resto de los pacientes, los profesionales se vuelcan con ella.