El patrimonio arqueológico subacuático de Galicia, explica Sanclaudio, es muy rico.
La mayor parte de esa riqueza se concentra en los denominados puertos históricos, lugares en los que durante siglos se ha detectado un tráfico constante de mercancías. Ejemplos de ello son los puertos de Ribadeo, Baiona, Pontevedra, Muros, Noia o A Coruña. Pero entre las zonas más ricas de Galicia, destacan sobre todo Rande, la zona de la Costa da Morte comprendida entre Camariñas y Muros y los bajos de Baldaio y una línea que va de Malpica a A Coruña.
Sanclaudio explica que, en los meses que lleva trabajando para la Xunta han detectado entre 60 y 90 pecios de valor histórico, todos ellos anteriores al siglo XX. En la Costa da Morte pueden haber localizado entre 15 y 20. De Martín Padilla se tiene localizada una media docena, solo dos han sido excavados y falta 15 más por localizar, si es que algún día aparecen.
Cuenta Sanclaudio que no es fácil porque la mayor parte de los restos antiguos se hallan cubiertos de arena, y la arena se mueve: «A veces descubres un área que hacía dos meses estaba completamente cubierta», dice.
Pero pese a las dificultades, el patrimonio localizable abunda. «¿Cuántos museos quieres llenar?», pregunta San Claudio. En los fondos de la Costa da Morte no es difícil encontrar piezas de bronce, plomo y cobre y elementos de vajilla. Abundan las de peltre, una aleación de plomo, zinc y estaño que empleaban aquellos oficiales que no podían permitirse otra de plata o de oro. La marinería se conformaba con barro o madera.
Tampoco es extraño dar con lingotes de plomo -y no de oro- con interesantes marcas de fundición.
Lógicamente, cuanto más antiguo es el pecio más difícil es encontrar restos de su estructura. Los del siglo XIX sí son navíos reconocibles, pero retrocediendo en el tiempo, la cosa cambia. De la flota de Martín Padilla, explica Sanclaudio, no hay restos de las estructuras de los galeones, pero sí importantes cantidades de madera revuelta. Las piezas metálicas se conservan mejor.
Gran variedad
Además de la flota de Martín Padilla, Sanclaudio destaca otros conjuntos en Galicia. Así, cerca de las Cíes se hundió en el siglo IX una escuadra musulmana. En Ribadeo hay cuatro buques del XVIII y en Rande media docena de galeones hundidos durante un ataque inglés. «En Galicia hay de todas las nacionalidades y de todo tipo, todos los países de Europa tienen un trozo de historia aquí», dice el arqueólogo. A diferencia de la arqueología en tierra, bajo el mar es más fácil encontrar restos de valor, para empezar porque casi siempre se debe a accidentes y porque tras ellos es muy difícil que nadie pueda recuperarlos.
Fragilidad
El problema de los restos submarinos es, muchas veces, su fragilidad. Una pieza que lleva cuatro siglos en el agua, se ha adaptado a ese medio y no puede ser extraída y secada sin más sin riesgo de deteriorarla aún más.
Por ejemplo, las ruedas de cañón sacadas esta semana fueron mantenidas en agua salada y en ausencia de luz, tal y como estaban en el fondo.
Las piezas son enviadas después al Museo do Mar de Vigo, único centro especializado en recuperación de ese tipo de elementos de Galicia. Allí son tratadas con complejos procesos. Las maderas se desalan y se impregnan de resinas, los metales se limpian con electrolisis o, en determinados casos, con tratamientos a elevadas temperaturas. La restauración es cara y lenta.
Cuando termina es cuando hay que decidir si esos objetos se van a un lugar o a otro o si simplemente se almacenan a la espera de que algún día se expongan.