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La Virxe do Espiño volvió a ser homenajeada con misas durante toda la mañana y pañuelos mojados

P. B. M.

CARBALLO

23 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Tan solo un día después se repite la escena. Si el lunes era día de romería en Trasufre, ayer lo fue en Eirita (Cabana). La de Muxía era A Santiña, la de ayer era la Virxe do Espiño. Cuentan que, antaño, cuando los feligreses de A Eirita tenían sed de agua para sus tierras, llevaban la Virgen hasta su fuente, para mojarle sus pies. En cambio, cuando lo que que necesitan eran rayos de Sol, lo que hacían era trasladarla hasta la Pena da Eirita. Lo relata en sus escritos Otero Cebral.

Ayer, no era la imagen la que se acercó hasta la fuente, sino los romeros que, año tras año, sin anuncio, mantienen esta cita en su memoria. Fueron constantes las misas desde las diez de la mañana -cada 30 minutos- y, aquellos que, para la solemne, esperaban sentados alrededor de la capilla, contaban que, durante toda la mañana, las visitas habían sido muchas.

De hecho, esta capilla que por fuera semeja ya ser más grande que las que, en otros puntos de la geografía de la Costa da Morte se pueden ver, efectivamente es capaz de acoger a muchos. A los cuatro sacerdotes que oficiaron la eucaristía central de la mañana y a los centenares que, dentro y fuera, la escuchaban. La tradición se enraíza en la madera de la tribuna y en la construcción rupestre de la bóveda.

Predominaban las caras más entradas en edad, aunque, pese a la experiencia, resulte un tanto complicado saber la historia de esta imagen de estilo gótico, probablemente del siglo XV, pero cuyo añadido de la cabeza es de cuatro siglos más tarde. Como curiosidad, y según el panel explicativo, se puede decir que pertenece al tipo iconográfico de Virxes «teotococos», en las cuales no se refleja la relación afectiva entre madre e hijo.

Bajo arcos de metal y decoradas con lazos, salieron dos imágenes en procesión, siempre alrededor del cruceiro y bordeando la ermita. Todos aquellos que acuden a la romería da lo hacen movidos por una misma fe: el poder curativo de las verrugas en los seres humanos y el poder para alejar las pestes en los cereales.

Culminada la mañana, mientras se iban deshaciendo, pieza a pieza, las largas hileras de vehículos aparcados, algunos romeros se acercaron hasta la Fonte da Eirita. Pañuelos de papel y tela decoraban el entorno. Cuenta la realidad que fue una vecina de Iñaño, Josefa Fondo Vidal, quien la mandó construir, aunque en el lugar ya había fuente. Por su parte, la leyenda también pone el dato: el día de San Xoán, la fuente se vuelve enmeigada y sale el demonio envuelto en lavas. En cambio, el 14 de febrero, las aguas se vuelven rosas.