La calle de la Torre es un sambódromo. Y un embudo también, pues veinte minutos se tarda en cruzar el tramo clave, el que baja desde la farmacia 24 horas a la plaza de España. Son las seis de la tarde, turno del concurso de disfraces infantil. Desfilan por el escenario una Pipi Calzaslargas (¡cuánto tiempo!), un enanito, una adorable viejecita de tres años, un minimafioso, una brujita?
Suenan tambores de guerra, y no porque lleguen los indios (que son, por cierto, los que ganan en modalidad de grupo), sino porque aparecen Los Kilomberos, siempre dale que te pego. Entre las comparsas, también se hacen notar Monte Alto a 100 y Os Maracos, sin duda los triunfadores del antroido de este año con su conseguido general Franco secundado por la guardia mora.
«Privilegio» de Monte Alto
Una valla aleja a los espectadores del escenario, pero dentro de ella hay mamás y papás de participantes. Uno que está fuera pregunta a una que está dentro: «¿Y tú por qué puedes estar ahí?». «Yo es que soy de Monte Alto. Los del Castrillón como tú se quedan fuera», le contesta. Cómo te son los coruñeses de Monte Alto. La que se va a liar: llegan unos «makokis de Katanga». Son dos. «Vamos liarnos unos tronchos», bromean estos katangueses de chirigota. «Neno, pon ahí que no somos de Juan Flórez, ¿se nos nota, eh?», presumen. Aunque van disfrazados, reclaman que el San Juan sea festivo, «porque hay más gente con máscara que sin ella, y en San Juan hay coincidencia total: todos vamos mocas».
Bajamos a la plaza España, por ruta alternativa, o sea, la que no pasa por el embudo de la Torre. Suenan más petardos que en la parte de arriba. «Por lo menos este año no están señores vendiéndolos aquí», informa una responsable de la Cruz Roja. Casi son las ocho de la tarde, y suena la última canción del concurso Menudos cantantes, que empezó a las cinco. El jurado, presidido por el concejal de Fiestas, tarda en decidir como si tuviese que dar el Nobel de Medicina. La espera se ameniza con el Vivir na Coruña y otros estribillos etílicos, como «e traio? unha borracheira?», entonados por los jóvenes participantes. Tras media hora, llegan los resultados. Un joven ganador es aclamado al grito de «¡ruiseñor!». Por la plaza de España camina Macario Fernández-Alonso. Tiene que ser él porque, aunque hay disfraces peculiares, suponemos que a nadie se le ocurrirá el de presidente de la Autoridad Portuaria.
Fiesta hasta medianoche
No ha llovido, y que siga así. Vuelta para la parte de arriba de la Torre, que llega el concurso de choqueiros. Son las diez y veinte de la noche cuando el jurado decide. En la modalidad individual gana Encarna Blanco, una señora que se ha puesto una cachola como careta. La orquesta tiene ahora la palabra. Y la fiesta continúa hasta pasadas las doce de la noche.