Comenzó su andadura en el mundo del cine en el año 1987 en Divinas palabras, la adaptación cinematográfica de la obra de Valle-Inclán, y desde entonces no ha parado. Jorge Ricoy Mouriño (A Coruña, 1932), compagina su carrera como actor y doblador con su gran afición: perderse en la comarca. Intervino en numerosas series y acaba de concluir su trabajo en Un bo home, un thriller dirigido por Juan Martínez.
-¿Qué tal ha ido en el rodaje de «Un bo home»?
-Es muy duro, se trabaja de lunes a sábado. Terminamos de rodar a finales de agosto. Estuvimos en Alicante, y también en A Coruña y Cambre. Hay un ambiente muy agradable. Juan Martínez, Tristán Ulloa, Nathalie Poza, Emilio Gutiérrez Caba, Miguel de Lira... son unas personas excelentes.
-La película parte de un crimen que enfrenta a dos amigos, ¿qué plantea?
-Es un thriller muy bien estructurado. Resulta muy sorprendente sobre todo el final.
-¿Se considera encasillado como secundario?
-Me considero autoanalfabeto. Como dijo Groucho Marx: «Salí de las más profundas simas de la miseria para alcanzar las más altas cotas de la nada». Lo que soy es un característico, encajo en papeles por mi edad y mi aspecto físico. Intento ser disciplinado como actor, y seguramente no lo soy.
-¿Y como doblador?
-Hice mucho doblaje, pero soy del montón. No es importante la voz, sino tener buenos reflejos para sincronizarla.
-¿Siempre fue actor?
-Fui como los presidentes de los Estados Unidos. Hice de todo menos vender periódicos por la calle, pero siempre trabajé en lo que me gustaba.
-¿Cómo lleva la fama?
-Se agradece pero a veces es un coñazo. En Alicante incluso me pidieron hacerse una foto conmigo. Resulta que eran gallegos y me veían por la tele.
-¿La juventud es un estado de ánimo?
-No. Es una etapa muy importante en la vida de un hombre. Lo que es un estado de ánimo deteriorado es la vejez. Los viejos nos hacemos repunantes porque nos cabrea ser viejos. Ya decía Rilke que la patria de un hombre es su infancia.
-¿Tiene proyectos?
-No tengo nada. Estoy cansado y me encuentro viejo. Lo que me gusta es perderme por la comarca: darle el coñazo a mi hijo, que tiene un bar en Sada; también soy muy de Cecebre; y la pasión de mi vida es una casita que tuve en Meixigo. Me gusta leer, pintar, la fotografía, y escribo algo.