El metro ligero es una pesada promesa de los tiempos de bonanza económica. Su entrada en servicio, anunciada por Alberto Núñez Feijoo como uno de los ejes centrales de su programa electoral en un concurrido acto en el salón Castelao de un céntrico hotel coruñés en marzo del 2009, estaba programada para su primer cuatrienio como presidente de la Xunta.
Eran tiempos de bonanza económica y los más de doscientos millones de euros que se suponía entonces que iba a costar el medio de transporte urbano «más moderno, ecológico y sostenible», como repitió en varias ocasiones el entonces candidato del PP al auditorio de empresarios y agentes sociales que le escuchaba, semejaban un obstáculo fácilmente superable.
Pero esas suposiciones se evaporaron con la recesión económica y la caída de los ingresos de las distintas administraciones. Del sueño de un área metropolitana conectada sobre raíles se pasó a una sucesión de estudios y al aplazamiento de la obra. A fecha de hoy, como admitió el director xeral de Mobilidade, el experto Miguel Rodríguez Bugarín, esta misma semana, esa promesa de Feijoo no se cumplirá y será tras las próximas elecciones autonómicas, previsiblemente en otoño del próximo año, cuando se aborde una planificación inversora real de una obra que ya era urgente a comienzos del siglo XXI, hace más de una década. Mientras tanto, el tranvía turístico, el germen de lo que debería ser el trazado y el servicio de transporte urbano, sigue varado en cocheras. Las averías técnicas detectadas en sus vías han dejado sin servicio a los potenciales usuarios desde el pasado verano mientras se decide su continuidad en funcionamiento, parcial, como se hará inicialmente, o total. Y así, como el embrión del metro ligero parado por cuestiones técnicas, y los estudios encadenados como si fueran una carrera universitaria superior, la comarca sigue dependiendo del billete único, cuyos resultados son espectaculares -han crecido los clientes un 70 % desde que se puso en funcionamiento- quizá debido también a que el punto de partida era ínfimo.
De la articulación de un sistema de movilidad realmente operativo y competitivo ha de venir la solución principal a los problemas de transporte y de tráfico de un área metropolitana como la coruñesa, que concentra en apenas cinco municipios a casi un 25 % de la población gallega.