Tras cuatro meses de exigente preparación, la arousana Cristina González afronta el mundial de 24 horas esperando correr 200 kilómetros en un día entero sin parar
30 abr 2009 . Actualizado a las 12:04 h.«Más que la propia prueba lo realmente fascinante son los meses que lleva entrenando. El saber que poco a poco haciendo lo que hace puede conseguirlo», dice el psicólogo Juancho Armental. Porque el reto de Cristina González (Vilagarcía, 1985) va mucho más allá de estar 24 horas corriendo sin parar en el Mundial de Bérgamo (Italia). El gran desafío de la arousana arrancó el pasado mes de diciembre cuando comenzó a acumular kilómetros y horas de gimnasio. Todo con el objetivo de firmar 200 kilómetros después de un día entero sin parar. Comenzará a las diez de la mañana del sábado y parará a las diez del domingo. De cumplirse el guión, su tiempo global de parada no excederá los 20 minutos.
Detrás de un desafío de semejantes características tan solo puede haber un puñado de horas de entrenamiento, máxime si el entrenador está en casa. Alberto Menéndez, otro ultrafondista que transportó a Cristina desde las canchas de baloncesto al tartán, es el cerebro de todas las operaciones. «Desde diciembre hemos hecho una media de 120 kilómetros a la semana, solo libramos un día cada 15 y cada dos semanas toca un entrenamiento de 50 kilómetros», explica el entrenador, que no se olvida del gimnasio. Hasta han montado uno a escala en casa. A mayores corre maratones, medias, populares y hasta cros. Para descargar el domingo estuvo en Jumilla con un pincho de 21 kilómetros.
Cristina es todo un descubrimiento para el mundo del ultrafondo. Delgada como una pluma sufre menos con estas palizas que con pruebas explosivas y casi sin quererlo ya se ha hecho con la mejor marca española del año. «Lo que más alegría me da es la evolución que he tenido en poco tiempo. En la selección están muy ilusionados conmigo, pero también voy con un poco de respeto porque sé que me falta experiencia». De rondar los 200 kilómetros para los que va preparada podría estar entre la diez mejores del mundo. Para eso tendría que cumplir el ritmo de seis minutos el kilómetro, cuestión que tiene garantizado para las primeras 17 horas, pero que peligra por el cansancio después. Ha trabajado su tren inferior, pero sabe que las articulaciones, los gemelos y los cuádriceps van a acusar la fatiga; además de las ampollas y el riesgo de deshidratación.
La arousana une al atletismo su profesión de fisioterapeuta. Conoce como nadie los límites del cuerpo humano: «Todos dicen que es una locura, que es malo para el cuerpo, pero el mejor deporte es caminar. Lo del ultrafondo es menos agresivo que la carrera rápida», rebate.
Su fortaleza mental le lleva a descartar la ayuda de un psicólogo. Su único compañero de viaje será un reproductor de MP3 que pondrá en funcionamiento cuando la mente le intente jugar una mala pasada. «Llega el momento que el cuerpo te pide parar; entonces es cuando actúa el poder de la mente», comenta.
Pagando de su bolsillo, la federación solo le entrega los equipajes, la expedición ya está en Italia. Completando los 2.400 kilómetros de entrenamiento y soñando con un fin de semana extenuante pero memorable.