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El Di Stéfano del Deportivo

Rubén Ventureira

DEPORTES

Como jugador apeó al Madrid de la Copa. Como técnico, ganó el primer Teresa Herrera del club y descubrió a Luis Suárez

02 jun 2009 . Actualizado a las 13:28 h.

«Hola, doctor», saluda un señor. «¿Qué tal, niño?», pregunta una señora. «¿Qué hay, chaval?», se interesa un joven. El chaval, el niño y el doctor son la misma persona: Rodrigo García Vizoso (calle Argudín Bolívar, 26 de febrero de 1909), que recibe el cariño de sus paisanos en el restaurante Los Ángeles, donde almuerza de lunes a viernes.

A un apasionado de la historia de A Coruña le encantaría plantarse delante de la estatua de María Pita y que ésta le respondiese. Para un seguidor del Deportivo el equivalente es sentarse a la mesa con este monumento viviente. Rodrigo tiene 98 años, dos menos que el Deportivo. El ex futbolista profesional español de más edad está tomando un caldo. Le piden que coma a modiño , que esta noche tiene una cena de homenaje, organizada por el Orillamar. Pero llega el segundo, una tortilla de muy buen diámetro. «Sólo me comeré la mitad», anuncia.

«¿Para qué una entrevista? Yo no soy nadie», replica modesto quien lo ha sido todo en el club de su ciudad: futbolista, entrenador y descubridor de talentos. Penúltimo de una familia de 14 hermanos formada por un carpintero y una cigarrera, Rodrigo trabajó de cerrajero hasta que lo echaron «por culpa del futbol». «El jefe me preguntó si iba a ir a trabajar al día siguiente. Le dije que sí, pero al final no fui, me fugué a Riazor a ver al Deportivo contra un equipo extranjero». Se ganó los duros como carpintero hasta que empezó a hacer dinero con el fútbol. A los 18 años entró en la entidad blanquiazul, a tiempo para protagonizar la primera hazaña de la historia del club. Ocurrió el día de San Isidro de 1932 en Chamartín. El Madrid intentaba remontar un 2-0 que se había traído de A Coruña. Era la vuelta de los octavos de final de la Copa del Rey. Los blancos habían ganado la Liga invictos. El Deportivo era un equipo de Segunda. La remontada se daba por hecha. Pero allí estaba Rodrigo. Cuentan las crónicas que le tiraron 76 veces a gol. Pero sólo dos balones llegaron a la red, uno de penalti y otro ilegal. Y el Dépor hizo un tanto. Y pasó. «Don Rodrigo, el Cid Campeador de La Coruña», lo bautizó la prensa de Madrid. Mientras Rodrigo se lucía en Madrid, la plaza de toros coruñesa estaba abarrotada. «Se vació cuando empezaron los rumores de lo que habíamos hecho en Madrid. La gente se fue al bar Otero, en la calle de los Olmos, donde ponían una pizarra con los resultados de los partidos de fuera. Se juntó una multitud: todos querían ver el cartel, no se lo creían». Dos días después, el equipo llegó a A Coruña en tren: «Me sacaron a hombros de la estación».

Suplente de Zamora

En 1934 fichó por el Madrid, en el que estuvo un año «de suplente del gran Zamora». Sólo jugó amistosos. Después se marchó al Granada, donde llegó a ganar «400 pesetas al mes». Tras la guerra civil se retiró. Empezó a trabajar en la Fábrica de Armas y a ejercer como entrenador.

Como anunció, Rodrigo deja media tortilla. «Casi ni como», dice, y se contradice al detallar su cena habitual, «sopa, membrillo con queso y yogur de vainilla». Eso después del paseo, que empieza a las cuatro y media de la tarde y suele acabar a las siete. Tres horas después, a la cama, de la que se levanta a las siete de la madrugada. Hay treintañeros que no aguantarían el ritmo de este nonagenario.

Volvamos al pasado. Íbamos por el Rodrigo entrenador. Con él en el banquillo, el Deportivo ganó el 31 de agosto de 1955 su primer Teresa Herrera. «Fue contra el Athletic. Jugamos nosotros porque falló el equipo francés que tenía que venir. Ganamos 2-1. Decidió Pahíño en la prórroga», precisa. Un mes después, el 30 de septiembre, el Dépor venció al Real Madrid a domicilio por primera vez (1-2). «Pahíño metió los dos. Arsenio jugó de extremo derecho y lo hizo muy bien». El mérito siempre se lo atribuye a otros. También el hecho de haber fabricado un Balón de Oro: «A Luis Suárez lo hicieron su padre y su madre», espeta. A los 9 años, llevaba a Luisito a entrenar con el Deportivo Juvenil, el equipo al que Rodrigo ascendió a Segunda. «Era un fenómeno. Con 9 años los sentaba a todos. Yo le regalé sus primeras botas. Me las hizo el zapatero de la Fábrica de Armas. Eran de cuero, estupendas».

El doctor, el niño, el chaval deja el restaurante entre una ola de saludos.

-¡Cuánto le quieren!

-A mí siempre me quisieron. Aquí y fuera. Nunca tuve problemas. Ni en Vigo. Una vez invadieron Balaídos y a mí me pilló en la portería. Los celtistas pasaban a mi lado y decían: «A Rodrigo, ni tocarlo».

Los coruñeses lo quieren. Y los deportivistas. Y hasta los celtistas ¿Y el Deportivo? «Nada recibo y nada quiero», dice sobre el club, y es inevitable recordar que Di Stéfano es presidente de honor del Madrid. Nos despedimos del «chaval» al que, en los años 50, una famosa periodista madrileña comparó físicamente con Humphrey Bogart.