El director deportivo del club santiagués narra como se gestó un equipo hecho contrarreloj y partiendo desde cero, en un verano de actividad frenética
17 nov 2009 . Actualizado a las 18:06 h.Lo más parecido al Obradoiro esta campaña, por aquello de que renovó su plantilla casi al completo, es el Fuenlabrada. Pero hay una diferencia sustancial. El conjunto madrileño ya sabía en mayo a quién quería fichar, y llegó al mes de agosto con el equipo casi hecho.
En esa fecha el Obra no tenía sede, ni medios informáticos, ni balones medicinales, ni sala de vídeo... Tan solo disponía del visto bueno para irrumpir en la ACB desde la nada. Y nos pusimos a trabajar contrarreloj.
La directiva dejó la parcela económica y administrativa en manos de Miguel Juane. Y después llegamos Curro Segura como entrenador y un servidor como director deportivo. Nos presentaron el lunes 3 de agosto y el fin de semana anterior ya habíamos dejado encarrilada la cesión de Djedovic. Poco después se puso a tiro Kostas Vasileiadis, y en un par de días cuajó la operación.
Punto de partida
Para evitar que pudiera haber dudas, Curro y yo nos impusimos un primer dogma: «No vamos a fichar a ningún jugador si uno de los dos no está convencido de que es interesante».
Trabajamos con un presupuesto austero. Para la plantilla había 1.650.000 euros, de los que hemos reservado 150.000 de cara a costear eventuales contingencias, como sustituciones temporales por lesión. Es el caso que nos ha sucedido con Pasalic, y que ha propiciado la llegada de Hettsheimeir. Y en Manresa temimos que Marc Jackson pudiese causar baja por un mes. Incluso empezamos a darle vueltas a los nombres para un posible relevo durante la convalencencia. El nombre en el que más coincidíamos era el de Tom Wideman
Las estrecheces económicas supusieron una dificultad añadida, pero siempre tuvimos claro que no nos podíamos pasar del presupuesto. En todo caso, ahí estaba Juane para recordárnoslo por si nos venía la tentación. En alguna negociación no se pudo competir con clubes de la LEB, que ofrecieron más dinero por un determinado jugador.
Hicimos un cuadro con el programa Excel asignando a cada puesto una dotación económica: tanto para el primer base, tanto para el segundo, tanto para cada alero, tanto para los extracomunitarios... A medida que iban cayendo los fichajes se iban cubriendo las casillas de verde y también de rojo, en el caso de que el jugador fuese seleccionable de cupo. De lunes a domingo, durante ese primer mes, cada día era una fotocopia del anterior: jornadas infinitas consumidas entre el teléfono y el vídeo. A veces, las dos cosas a la vez.
A cada jugador que se ponía a tiro se le explicaba qué era el Obradoiro, cuáles eran sus limitaciones y cuáles sus aspiraciones. Todos sabían adonde llegaban. Y si alguno mostraba dudas, se autodescartaba.
Otro axioma sobre el que descansó la política de fichajes es el extradeportivo. Recabamos opiniones para conocer detalles sobre el carácter, la conflictividad, la implicación, la capacidad de generar buen ambiente y cuestiones de esa índole. También procuramos no mezclar un sinfín de nacionalidades y se buscó un denominador común: las ganas de reivindicarse.
Pasalic llegó tras desvincularse del Bilbao con intención de demostrar que tiene calidad para la ACB; Manzano no lo dudó cuando recibió la llamada de Curro Segura; lo mismo que Alfonso Sánchez, tras dos años peleando contra las lesiones; o Terry, que ven en la opción del Obradoiro una oportunidad para catapultarse. Así uno por uno.
Los americanos
Después de firmar a Djedovic, Vasileiadis, Manzano y Pasalic llegó el turno de los americanos. Curiosamente, la primera opción era el tándem Jackson-Stanic, pero no cuajó porque el base no conseguía desvincularse del Scavolini. En esas estabamos cuando apareció Akindele, un cinco defensivo. Lo firmamos y fuimos en busca de Bremer, un director de juego muy anotador. Pero al detectar una lesión del pívot, hubo replanteamiento. A la segunda cuajó el fichaje de Stanic. Y Jackson seguía en el mercado porque su prioridad era volver a la ACB. Había desechado ofertas más jugosas y, cuando le llegó la del Obradoiro, no dudó.
A la par que caían los fichajes el club dejó de ser un desconocido, un invitado que se había colado en la fiesta. Después de tres victorias consecutivas, ya no suena como comparsa. Y la afición disfruta de un proyecto exprés en un buen momento. Eso sí, tenemos los pies en el suelo. Esto es muy largo y nuestro objetivo es tratar de asegurar la permanencia.