Teixeira Vitienes perdonó la expulsión a un sevillista cuando faltaba más de media hora y el partido iba 0-1
28 ene 2010 . Actualizado a las 12:29 h.El Dépor lavó su imagen en la Copa, muy manchada tras la goleada de la ida. Fue mejor que un Sevilla pasota en la primera mitad y fue superado en el segundo, en el que Lotina decidió jugar sin delantero alguno durante quince minutos.
El partido nació muerto, pues todo había quedado más que decantado en la ida. El Sevilla recibió al Dépor como ese anfitrión al que le llega el cuñado pesado a última hora un día de semana y dice que quiere cenar. Le dio una pereza enorme al conjunto de Jiménez comparecer en el campo, donde para más inri hacía frío, llovía y había poco más de 13.000 almas, que bastante hicieron con no denunciar por estafa a quien les hizo pasar por taquilla. El conjunto andaluz no dio una carrera de más, evitó meter el pie, presionó con la vista. Todos cayeron en la abulia salvo Luis Fabiano, que buscaba el primer gol tras su reaparición, y Capel, que siempre tiene el motorcillo activado.
Como no le apetecía correr ni jugar, ni falta que la hacía tras el baño de la ida, el Sevilla dejó hacer al Dépor en la primera mitad. Los de Lotina se plantaron con un 4-2-2-1-1, con Juca y Juan Rodríguez en el pivote, Iván a la derecha, Pablo Álvarez a la izquierda y Juan Domínguez en la mediapunta.
La conexión entre el asturiano y el naronense fue lo mejor de la primera parte, en la que el Dépor tonteó con el área, pero no llegó a besarla. Pablo Álvarez se plantó un par de veces en el área (una tras tirar dos caños, olé) pero fue interceptado antes del disparo. Llegaron a tirar Iván Pérez y Juca, pero fueron disparos lejanos e inocentones. El Dépor jamás creyó en la quimera de la remontada (ningún equipo ha levantado tres tantos en la historia de la Copa) y jugó a un ritmo cansino que el Sevilla aceptó.
Solo cuando la pelota llegaba a Juan Domínguez (qué futbolista se está horneando) y a Pablo Álvarez el partido salía del encefalograma de pretemporada. Fue en una jugada iniciada con un error de Adriano y continuada por Iván Pérez, Domínguez y Álvarez la que originó el gol deportivista, firmado por Bodipo, que solo tuvo que estirar el pie para empujar (min 43) el servicio del asturiano. Ejemplar fue la reacción de Juan Domínguez, un hombre de fe que en lugar de celebrar el gol con sus compañeros corrió raudo hacia la portería en busca de la pelota. Creía en la remontada. En ese momento, la buena gente de Sevilla se enfadó. Con razón. La pitada con la que despidió a los suyos fue tan sonora que dio la impresión de que el Pizjuán se había llenado de repente.
El Sevilla salió del vestuario igual de atorrijado que en el primer tiempo. A los seis minutos, Jiménez dio un tirón de orejas al inactivo Perotti y colocó a Navas, que es intenso hasta en los entrenamientos. El técnico sevillista estaba un pelín asustado. Bodipo le dio dos motivos más en los minutos siguientes. Primero cabeceó fuera un buen servicio de Iván Pérez (min 53) y después (min 56) iba camino de la portería de Javi Varas cuando fue derribado por Fernando Navarro. Era roja directa, pero Teixeira Vitienes mandó seguir.
El fantasma del 0-2 espabiló al conjunto andaluz, que empezó a presionar, meter el pie y a correr. O sea, a competir, que es lo que no había hecho en todo el partido. Bastó que metiese una marcha más para hacer recular al Deportivo. Para colmo, Bodipo se lesionó. Lotina tenía en el banquillo Adrián, pero decidió no gastar esa bala de momento, quizá pensando en el partido contra el Madrid. Por Bodipo entró el mediocentro Dani, así que el equipo se quedó sin delanteros, con Pablo Álvarez en punta. Después lanzó otro mensaje de claudicación: el debutante Rochela por Juca. Ocho canteranos en el Dépor. Lo nunca visto. Intentaban frenar a un Sevilla ya despierto y que pudo marcar si Manu no llega a sacar dos manos prodigiosas a remates de Lolo (min 69) y Luis Fabiano (min 72). A falta de diez minutos, Adrián entró no se sabe ya para qué.
La Copa se acabó para un Deportivo que ya piensa en el Real Madrid. En cumplir la tradición anual de Riazor. La afición sigue soñando con que Raúl se retire (cerca anda ya) sin ganar en Riazor.