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La violencia invade el fútbol gallego

P. Gómez

DEPORTES

Los altercados se suceden en Galicia, con ataques de radicales a hinchadas rivales, peleas multitudinarias y agresiones a árbitros y jugadores dentro y fuera del campo

27 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El fútbol gallego está enfermo de violencia. Los episodios vandálicos se multiplican cada fin de semana, y contribuyen a la desintegración del espíritu del deporte en todas las categorías, desde los profesionales a la base.

Además de la batalla campal en el Deportivo Ciudad-Sporting Coruñés de Tercera Autonómica y la brutal agresión al presidente del Vioño, A Coruña sufrió en sus carnes dos peleas callejeras vinculadas con sendos partidos del Deportivo. Una, en noviembre, cuando aficionados radicales blanquiazules y del Sporting de Gijón se enfrentaron en la avenida de Calvo Sotelo. Incluso volaron trozos de acera. Un bar fue destrozado. Otro local de hostelería cercano correría la misma suerte cinco meses después, hace solo semana y media. El equipo visitante era el Racing y varios encapuchados golpearon con bates a aficionados cántabros a las puertas de un bar de la avenida de Buenos Aires.

Pero la violencia relacionada con el fútbol se expande como pandemia por toda Galicia. Hace pocos días, un juvenil del San Roque fue castigado con doce partidos por provocar al público, sanción que recibió tras haber sido suspendido por cuatro partidos y por cuatro meses anteriormente por sendas agresiones.

Andrés Suárez, futbolista del Beluso de Cangas, estuvo veinte minutos inconsciente tras recibir una paliza en el túnel de vestuarios al término del encuentro ante el Santomé marinense. Fue hospitalizado con fractura de mandíbula. Un mes después, a principios de abril, dos jugadoras del Bueu femenino denunciaron que fueron agredidas tras el duelo frente al Tomiño, de Copa Galicia. Según Verónica Torres, alguien la agarró por la cabeza, la arrojó contra un coche y le rompió dos dientes.

Fueron los casos más impactantes en lo que va de año, pero lamentablemente, no los únicos, ya que el fútbol juvenil es el entorno en el que se produjeron los últimos ejemplos, como la agresión de un jugador del Sporting Zas a un árbitro tras mostrarle la segunda tarjeta amarilla y expulsarlo del partido contra el Muros. Dos futbolistas de la misma categoría tuvieron que ser hospitalizados tras recibir sendas palizas en el suelo en el transcurso de unas peleas masivas en los encuentros Betanzos-Cerceda y Paiosaco-Marino de Mera. En ambas batallas campales participó el público, además de jugadores de ambos equipos.

Hace un año, Bocata, del Crocha, regresó a la competición después de tres años sancionado por agredir a un árbitro, el mayor castigo de la historia del fútbol gallego. En las mismas fechas, siete jugadores y el presidente del Eirís habían sido suspendidos por golpear e insultar al arbitro después del partido contra el Imperátor.

Árbitros menores, agredidos

Los árbitros son el objeto de muchas de las agresiones cometidas en el fútbol. En ocasiones, se llega al extremo e incluso un colegiado menor de edad tuvo que ser atendido por los golpes recibidos cuando pitaba un duelo de Segunda juvenil entre el Santa María del Mar y el Liceo Monelos. Semanas antes, otro árbitro, de catorce años de edad, denunció que había sido golpeado al final de un choque de infantiles entre el Alerta y el Ponteareas.

En ocasiones, el balón ya no sirve ni de móvil para la agresión, que se produce mucho después del final del partido. A principios de año, un jugador del Coristanco juvenil subió al bus del Corme para golpear a un futbolista rival.

Hace doce meses, la asociación de clubes de Ferrol y comarca celebraron una reunión en Caranza en la que pidieron a sus afiliados una profunda reflexión sobre el problema de la violencia en el fútbol, ante el aumento del número de agresiones vinculadas a la práctica del deporte.

Sin embargo, los organismos competentes continúan sin tomar medidas, y se trasladan las responsabilidades de unos a otros dejando pasar el tiempo mientras se reproducen las agresiones en los campos de fútbol de Galicia.