José Mourinho ha sido el gran protagonista tras el Real Madrid 0-Barcelona 2 de la ida de las semifinales de la Liga de Campeones celebrado anoche en el Santiago Bernabéu. Por sus declaraciones incendiarias y sus teorías de la conspiración. El portugués ha sacado su fusil ha intentado desacreditar al equipo catalán. Dice Mou -que da por perdida esta eliminatoria- que el Barcelona ganó su última Champions de forma injusta, beneficiado por las decisiones arbitrales en la eliminatoria que entonces disputó con el Chelsea que él entrenaba. El técnico luso finalizó su repaso a la hemeroteca en el 2009. Debería haber seguido hasta el 2004. Y se hubiera tenido que callar. ¿Por qué? Porque ese año fue campeón de la Champions con el Oporto, que apeó en semifinales al Dépor de Irureta con la inestimable ayuda del árbitro. En el partido de ida, disputado el 4 de mayo en el estadio do Dragao, el colegiado alemán Markus Merk expulsó de forma inesperada e inexplicable al central deportivista Jorge Andrade. ¿La razón? Un gesto inocuo ante Deco, entonces principal figura de los lusos y amigo del central deportivista, que le dio una patadita de broma cuando estaba en el suelo. El jugador blanquiazul le indicó al colegiado que se trataba de un gesto amistoso hacia un ex compañero de equipo. «Es mi amigo, es mi amigo», le repitió en inglés. Pero su explicación no sirvió de nada. El Dépor se quedó con diez. Aunque aguantó sin recibir un gol, pedió a Andrade y a Mauro Slva para el partido de vuelta. El mediocentro brasileño vio una amarilla por una protesta civilizada. En cambio, el equipo de Mourinho, se dio el lujo de utilizar todo el arsenal de juego sucio que en las botas atesoraban jugadores como Costinha o Jorge Costa. Pese a que el cuadro luso llegaba a este enfrentamiento con siete jugadores apercibidos de sanción, ninguno de ellos vio cartulina. Y eso que en poco más de media hora de juego, Víctor, Pandiani, Valerón, Manuel Pablo, Naybet, Luque y Sergio (éste en dos ocasiones) tuvieron que ser atendidos por golpes recibidos. Fue un arbitraje perverso. En aquella eliminatoria, decidida por un solo gol, el anotado por Derlei para los portugueses de penalti en Riazor, hubo un equipo que se quedó con diez. En los dos partidos (en la vuelta el prestigioso y mediático Collina permitió el juego salvaje del Oporto y expulsó a Naybet). Y no fue el que jugó más duro. Y no fue el de Mourinho. Siguiendo sus argumentos, ¿le dará vergüenza tener ese trofeo, su primera Champions, en su historial?
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