El creciente escenario de pesimismo económico, alimentado por la sucesión de noticias negativas que genera la crisis, quedó ligeramente contrarrestado ayer por la evolución de los precios. Por primera vez en cuatro meses, las tasas de variación interanual que miden la inflación registraron un descenso como consecuencia de la moderación de la cotización internacional del crudo y, en menor medida, por el período de rebajas. El IPC quedó en España en el 4,9% en agosto y cayó dos décimas respecto a julio. Galicia obtuvo un descenso intermensual mayor (tres décimas), pero su tasa interanual se sitúa por encima, en el 5,2%. La noticia positiva del descenso queda así levemente eclipsada por un diferencial que perjudica a la comunidad gallega, cuyos sueldos son un 15% inferiores a los de la media española, según los propios datos del INE.
Una parte de esta brecha se explica en el mayor peso de los alimentos -que han subido considerablemente por el encarecimiento de las materias primas- en el conjunto de gasto de los gallegos, pero no todo el diferencial es atribuible a esta causa: los bienes industriales también se han encarecido más, y, sobre todo, el turismo y la hostelería (5,5% interanual de Galicia frente al 4,9% de la media española).
Dependencia energética
Los datos aportados ayer por el INE sobre la inflación evidencian que, en agosto, tanto el descenso español como el gallego se explican por la caída del transporte (como consecuencia de la bajada del crudo), de la ropa y de la vivienda, cuyos precios acusan ya el pinchazo del bum inmobiliario. La caída del IPC también muestra otra cara no tan positiva, y es la fuerte dependencia energética de la estructura productiva respecto al petróleo. De las cuatro décimas que ha caído el IPC en la tasa de variación interanual, 3,5 se deben, exclusivamente, al crudo. Casi lo mismo puede decirse para la comunidad gallega. El propio ministro de Economía, Pedro Solbes, pronosticó ayer -como hizo Zapatero en el Congreso- que España podría cerrar el 2008 con una inflación del 4%. El vicepresidente primero, sin embargo, condicionó la previsión a que los precios del petróleo se mantuviesen. El descenso del crudo se ha notado en el transporte pese que existen fundadas sospechas de que las petroleras no han trasladado toda la rebaja de la materia prima al precio final de los carburantes, tal y como han denunciado algunos empresarios independientes de gasolineras. De hecho, el Gobierno ya anunció que vigilaría de cerca este asunto a través de las autoridades de Competencia, que han estrechado el cerco a Repsol y Cepsa por presuntos pactos.
Preocupado por la inflación, el Ministerio de Industria ha decidido no hacer la revisión trimestral del precio de la bombona de butano, prevista para el próximo 1 de octubre, y mantener el coste de la misma invariable hasta enero. La protección a los consumidores es la razón que ha motivado esta medida, ya que de aplicarse la fórmula automática de revisión trimestral, el precio de la bombona debería incrementarse en un 9,05%, de modo que pasaría a costar 15 euros en vez de los 13,76 actuales.
Ropa y comida, caras opuestas
La recta final de las rebajas veraniegas tiene también un reflejo inequívoco en la información facilitada ayer por el INE, con un descenso de los precios del 0,4% respecto a julio en la ropa y el calzado (0,7% de caída en España). Sin embargo, se esperaba un impacto aún mayor en el IPC de agosto porque la campaña de descuento de este verano ha sido más agresiva que la de otras temporadas como consecuencia de la crisis económica y de las dificultades de los establecimientos para comercializar la mercancía.
Mientras el transporte y la ropa dan una tregua, los alimentos -uno de los grandes pilares que explican la inflación que padecen tanto España como Galicia- siguen marcando una clara tendencia negativa, con fuertes subidas interanuales en productos como la leche (20,6% en Galicia de incremento), los cereales (13,2%), los huevos (13,3%) y el pan (11,8%).