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Solo la vigilancia extrema impide el expolio del percebe gallego

E. Eiroa / A . Urgorri

ECONOMÍA

El descenso de la cotización de esta especie merma?los ingresos de los profesionales del sector

10 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El percebe gallego pasa por horas bajas. Desde la mayor parte de las cofradías de la comunidad alertan de que el crustáceo está desapareciendo de las rocas. Queda poco y, en general, de escasa calidad, a lo que se le suma un generalizado descenso de la cotización en las lonjas del rey de los mariscos.

Desde la mayor parte de los pósitos coinciden en que el furtivismo -practicado por quienes carecen de licencia para mariscar- y la sobreexplotación -la extracción del recurso por encima de los topes marcados- están poniendo en jaque la producción de percebe y con ella los ingresos de las miles de familias que en Galicia viven de ello.

Al furtivismo se le suman también, según los especialistas, cuestiones medioambientales que están dificultando el ciclo de reproducción, pero en las pocas zonas celosamente vigiladas por las agrupaciones, ese problema no se está detectando.

Así, el percebe de O Roncudo (Corme-Ponteceso), uno de los más cotizados de Galicia, abunda todavía en las rocas. La clave, indica el patrón mayor de Corme, Manuel Cousillas, está en los períodos de extracción -solo se abre la zona tres veces al año, en las épocas en que se alcanzan mayores precios- y en el mantenimiento de una constante vigilancia. Además de los vigilantes contratados por el pósito, patrullan las piedras de O Roncudo, día y noche, percebeiros de la agrupación local.

El resto de la línea de costa que explotan los profesionales de Corme permanece cerrada al marisqueo: «Estamos tentando recuperala -dice el patrón mayor-, pero se ti non vas e por outro lado van os furtivos, é moi difícil».

Por tierra y por mar, personas sin permiso y que se declaran insolventes para evadir las multas, se llevan el crustáceo sin ningún control, afectando al ciclo reproductivo del percebe.

En otra de las zonas conocida por la calidad de su producto, Cedeira, constatan que el furtivismo y la explotación también amenazan el futuro del sector. En los acantilados de Cedeira, Cariño y Ortigueira los ilegales, con equipos de buceo y potentes lanchas, limpian la zona inframareal, afectando así a la reproducción de la especie.

Desde octubre del año pasado hasta enero, los percebeiros apenas pudieron trabajar en Cedeira a causa de los temporales, reduciéndose así las capturas en un 27% con respecto al año anterior. Ahora las ventas empiezan a recuperarse.

El problema de los submarinistas se repite en la Costa da Morte, donde buena parte de las rocas, especialmente en Fisterra y Muxía, están esquilmadas. «Non hai percebe -indica Ramón Vilela, presidente de la agrupación muxiana-, os submarinistas quitan todo do fondo, no hai cría, e a pouca que queda está sobreexplotada», dice.

En esos dos municipios los pocos vigilantes de las cofradías no pueden cubrir toda la costa y los propios percebeiros no han establecido sistemas de control.

Los furtivos y los excesos cometidos por algunos de los que tienen carné han colocado el stock de la especie bajo mínimos. Desde el sector coinciden en que con la crisis el número furtivos ha aumentado, pero marcan diferencias: «Non é o mesmo o que vai por necesidade porque non ten con que darlle de comer á familia que o que ten un soldo e vai o fin de semana a acabar co traballos dos outros, ese si é un furtivo», dice Juan Manuel Gómez Leis, patrón mayor de Lira.

En su cofradía trabajan entre 15 y 18 percebeiros. Esta semana vendían sus capturas entre 50 y 60 euros por kilo, menos que el año anterior, pero un precio aceptable. Sus rocas no tienen problema. Cuatro vigilantes y una mayor concienciación del sector se encargan de que así sea. «Se o tope son cinco kilos, son cinco kilos, non dez, e os primeiro en dar exemplo temos que ser nós», dice Gómez Leis. A Lira también llegan los furtivos, pero menos que a otros lugares. En zonas con menos control, muchos que antes vivían del percebe lo han dejado para enrolarse como marineros.