Parecía la solución perfecta. Cuando hace tres años se presentó una nueva tecnología para la reproducción de las vacas, los productores de leche se mostraron encantados. Hasta ese momento, la demografía bovina había funcionado con regularidad, los terneros nacían con un perfecto equilibrio entre machos y hembras. Pero ese equilibrio natural no era beneficioso para las granjas lecheras, porque como todo el mundo sabe las únicas que producen leche son las hembras. Y ahí apareció la ciencia.
Con la utilización de un método de alta tecnología se hizo posible una selección de espermatozoides de los toros para que las vacas lecheras fecundadas parieran muchas más hembras que machos. Cuando la naturaleza actúa por sí misma, los descendientes de las vacas son un 52% de machos y un 48% de hembras. Pero con esta revolucionaria técnica se consigue que el 90% de las que nacen sean hembras.
Aquello parecía otorgar a la producción láctea una ventaja sin precedentes. Solo que tres años después, cuando esa tecnología ya está completamente establecida, ha aparecido un problema monumental. La producción de leche ha crecido tanto en Estados Unidos que los excedentes son ruinosos.
En julio de 2008, las 100 libras de leche (45,3 kilos) se pagaban a 13,3 euros. Justo un año después, esa misma cantidad se estaba abonando a 7,5 euros en origen, casi una disminución del 50%. El precio de la leche en los supermercados también ha bajado, aunque no tanto como la que se compra a los ganaderos. Los consumidores han visto que, por ejemplo, la más consumida, que es la que contiene un 2% de grasa, se paga hoy a aproximadamente 2 euros por galón (3,78 litros), lo que supone un 24% menos que lo que costaba hace un año.