La recomendación del ministro Corbacho ha vuelto a desatar la polémica sobre la salud del sistema de la Seguridad Social y sobre si los fondos de jubilación son la mejor salida
15 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, recomendó esta última semana a los trabajadores «complementar» su futura jubilación con un plan privado de pensiones que les permitiera mantener su capacidad adquisitiva. Y sus palabras -como antes lo hicieran las de los ex ministros Pedro Solbes o Rodrigo Rato, o las más recientes del gobernador del Banco de España- provocaron una auténtica tormenta política y social. Los interrogantes vuelven a multiplicarse: ¿El sistema público corre peligro? Quienes llevan años cotizando, ¿podrían no cobrar la jubilación? ¿Qué hacer entonces?
En lo que coinciden todos los grupos políticos es en que el sistema de la Seguridad Social goza de «buena salud». Tanto es así, que el Gobierno garantiza su viabilidad hasta el 2025, pero los cambios demográficos -el envejecimiento de la población y la menor masa de cotizantes- exigen una reforma para que el sistema público cubra con la misma eficacia que ahora a los jubilados del futuro. En este escenario se encuadran las propuestas del Ejecutivo (entre ellas, retrasar a los 67 años la edad de jubilación y la de ampliar los actuales 15 años para el cómputo de la prestación) a la comisión del Pacto de Toledo.
Pero, hecha esta salvedad, ¿deberían los trabajadores suscribir planes privados de pensiones? La respuesta difiere en función de quién sea el interlocutor.
Estos instrumentos de ahorro a largo plazo, que comenzaron a funcionar hace casi dos décadas, son como una hucha en la que el futuro beneficiario (denominado partícipe) acumula las aportaciones que realiza y los intereses que su inversión genera. Comercializados y gestionados por entidades financieras, los fondos de pensiones son los instrumentos encargados de realizar las inversiones con el patrimonio del plan.
La tipología es variada: en función del promotor existen planes de empleo -promovidos por una entidad, sociedad o empresa, cuyos partícipes son sus trabajadores-, planes asociados -el promotor es un sindicato o colectivo y los partícipes sus afiliados o socios- e individuales, que son los más comunes y están promovidos por entidades financieras, de los que cualquier persona física puede ser partícipe.
Seis tipos de planes
En función de en qué está invertida su cartera, hay seis categorías de planes: renta fija a corto plazo (no excederá los dos años); renta fija a largo plazo (la duración de la cartera será superior a dos años); renta fija mixta (invertirán al menos el 30% de sus activos en renta variable); renta variable mixta (entre un 30 y un 70%); renta variable (mínimo del 75% en variable); y garantizados (existe garantía de un rendimiento).
Precisamente en función del riesgo que el ahorrador quiera correr suele estar la rentabilidad que obtiene. Pero el perfil del inversor español es, según explica Paula Mercado, directora de análisis de la firma Vdos Stochastics, «muy conservador, la mayor parte está en renta fija y en garantizados».
Y es que después de que en el 2007 el patrimonio de los fondos alcanzara su techo histórico, con 85.842 millones de euros, la crisis hundió su rentabilidad y sembró el pánico entre los ahorradores, que veían menguar rápidamente lo depositado para su jubilación. Tanto es así que según los datos de la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensiones (Inverco), la rentabilidad media ponderada anual de este sistema de ahorro cayó un 8% en el 2008, año en el que también se redujo un 8,7% (casi 7.500 millones) el volumen de activos de los fondos, que cerró en 78.500 millones de euros.
Pero tras ese retroceso, en el 2009 el patrimonio de los fondos volvió a recuperarse. Y lo hizo en un 8,1% o, lo que es lo mismo, 6.383 millones, que devolvieron a los activos casi al nivel del 2007, colocándolos en 84.789 millones. También la rentabilidad dejó atrás los números rojos: el año cerró con un 7,7%.
Una opción discutida
Aunque cada vez son más los españoles que se plantean inversiones con las que respaldar su jubilación, lo cierto es que los planes de pensiones ya no son el producto estrella de antaño. Y es que tras la reforma fiscal que el Gobierno hizo en el 2007 han perdido parte de su atractivo, y ya no todos aconsejan a los ahorradores decantarse por ellos.
Tampoco hay que olvidar los límites de las aportaciones para desgravar: 10.000 euros para menores de 50 años o el 30% de su renta, y 12.500 euros o el 50% para los que pasen de esa edad.