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La solución ya no es interna

Francisco Carballo Cruz

VIGO

25 nov 2011 . Actualizado a las 13:49 h.

La huelga general es la respuesta de una parte sustancial de los trabajadores portugueses a las políticas de ajuste incluidas en el proyecto de Presupuestos Generales para el 2012. Las medidas hasta ahora adoptadas por el Gobierno de centroderecha, desde el pasado mes de junio, se centran en el recorte del gasto público y en el incremento de los ingresos fiscales. Poco se sabe de sus propuestas para impulsar el crecimiento y reducir el paro, en niveles históricamente altos.

La indignación de los trabajadores no tiene su origen solamente en los recortes de los salarios y de los derechos sociales que se avecinan. Derivan también de la escasa actividad del Gobierno en otros frentes, como la lucha contra el fraude fiscal, la revisión de la imposición de las rentas de capital o en la renegociación de los contratos de colaboración público-privada. A todo esto se une la percepción de un preocupante déficit de liderazgo a nivel europeo, que debilita la posición de países como Portugal, a su suerte frente a los mercados.

En los últimos meses, la dinámica del panorama económico-financiero en Europa ha sido vertiginosa. La actuación de los políticos europeos ha sido lenta y errática. Esta dilación ha agravado la situación de los países periféricos y sumido la zona euro en una nueva recesión.

La extensión sistémica de la crisis de la deuda soberana puede ser una tabla de salvación para Portugal. La alteración del calendario de consolidación fiscal, que está siendo reclamada desde varios países (ampliándolo hasta el 2015), la introducción de medidas de coordinación de las políticas fiscales en la zona euro y la revisión del papel del BCE permitirían reducir el impacto de las medidas restrictivas sobre el crecimiento y, en el caso portugués, renegociar a la baja el coste de financiación del paquete de ayuda. Si nada de esto se materializa, Portugal precisará financiación adicional y no es descartable que tenga que renegociar su deuda, debiendo, en ese caso, asumir los costes derivados de una exclusión prolongada de los mercados internacionales de financiación.