Liga Palomino, superviviente del accidente, llamó a su hermana gemela para decirle que el avión tenía fallos. «Despegó y sentí cómo se ladeó hacia un lado y después hacia el otro, después vino la explosión, vi fuego y sentí mucho calor», afirma.
21 ago 2008 . Actualizado a las 23:57 h.«Poco a poco voy despertando de este horrible sueño». Ligia Palomino sobrevivió al accidente del avión de Spanair que este jueves se estrelló en Barajas. Viajaba a Canarias en compañía de su pareja, José, y su cuñada, Gema, para celebrar su 41 cumpleaños.
José está ingresado en el Hospital de la Paz con fracturas costales y una perforación pulmonar. Se encuentra estable dentro de la gravedad. Gema no tuvo tanta suerte, falleció en el siniestro.
Ligia es colombiana, hija de una periodista que hace veinte años decidió emigrar a España porque temía por su vida. Se recupera de una fractura de fémur. Sus compañeros del SAMUR, donde trabaja como médico, la rescataron de los restos del avión. «Siento que he vuelto a nacer, que me quedan muchas más cosas por hacer, que mi trabajo es importantísimo», declaró. Momentos antes del despegue, había llamado por teléfono a su hermana gemela y le había comentado que el avión tenía fallos. «Algo no va bien», le dijo.
«No nos mandaron en otro avión como creíamos. Despegó y sentí cómo se ladeó hacia un lado y después hacia el otro, después vino la explosión, vi fuego y sentí mucho calor». Salió disparada de su asiento. «A mi alrededor veía muchos escombros, veía humo, veía un incendio, el calor me caía a mí, a los que estábamos en la parte del río», recordó a los medios de comunicación.
De los 19 supervivientes que permanecen ingresados en diferentes hospitales de la Comunidad de Madrid, cuatro permanecen en estado muy grave. En la Paz, que acoge a seis de los heridos, la espera es tensa y angustiosa para sus familiares, que han ido llegando desde la tarde del miércoles. Destrozados por las horas de incertidumbre que viven desde que conocieron que sus allegados iban en el avión, aguardan noticias en una sala que la clínica ha habilitado para ellos.
El caso más grave de los que acoge esta clínica es el de María Luisa Estévez, de 40 años, con quemaduras en el 45% del cuerpo y pronóstico muy grave. También está ingresado José Antonio Alonso, que sufre fractura de pelvis y traumatismo torácico, aunque permanece estable de la gravedad. Su hija María se halla ingresada en el mismo centro con una fractura abierta de fémur. En el avión viajaban su mujer y su otra hija, quienes no han sobrevivido al accidente. La familia, originaria de la localidad salmantina de La Fregeneda, reside en Las Palmas desde hace 14 años y regresaba a esta ciudad después de pasar las vacaciones en su ciudad natal.
Otros heridos
Dos de los heridos más graves se hallan el Hospital Ramón y Cajal. Uno de ellos, Pedro Hernán Gómez, de 57 años sufre con una contusión pulmonar además de diversas fracturas, ha empeorado durante el día. Natural de Valseca (Segovia) aunque residente en Canarias, regresaba a casa después de visitar su pueblo natal.
La otra es Gregoria Mendiola, con traumatismo craneoencefálico severo y diversas heridas. Su marido Alfonso está entre los fallecidos mientras que su hijo, Jesús Alfredo, está ingresado en el Hospital Niño Jesús, donde se recupera de una fractura abierta en la pierna.
También es favorable la evolución de otro de los niños que viajaban en el avión, Roberto Álvarez, de 6 años, que iba junto a su hermana María, de 16 y que no se encuentra entre los supervivientes.
Cuatro heridos más se hallan repartidos entre el Infanta Sofía y el Hospital de la Princesa. En este último está Beatriz Reyes, quien volvía a casa después de unas vacaciones en Johanesburgo (Sudáfrica). Ya en el avión se puso en contacto con su hermano para comunicarle que iban a retrasarse por una avería. Beatriz estaba en las primeras filas de la aeronave y tras el impacto salió despedida. Uno de los bomberos que acudió al rescate le cedió un móvil, desde el que pudo llamar a su hermano nuevamente. «He tenido un accidente pero estoy bien», le dijo. Por la noche, con más tranquilidad, le relató el siniestro a su familia, «Recuerdo que levanté la cabeza y vi que el avión no tenía techo».