De Rosa asegura que la mala imagen de la Justicia está justificada porque no da el servicio que esperan los ciudadanos.
-¿Cuáles son los tres grandes retos del CGPJ?
-La implantación de la nueva oficina judicial, abandonar la cultura del papel en los juzgados y que sea un Consejo que represente a las comunidades autónomas, que cada vez tienen más competencias.
-¿La Justicia está tan mal en España como parece?
-Hay que reconocer que estamos ante un enfermo y el diagnóstico es claro, es una administración que no tiene los medios necesarios para hacer frente a la nueva realidad de la España del 2008. No hablo que se esté invirtiendo poco, sino de que el CGPJ, el Ministerio de Justicia y las comunidades autónomas, que son los tres motores para que la Justicia funcione, no pueden ir cada uno por su lado, que es lo que está pasando. El tratamiento de este enfermo es que todos los médicos nos pongamos de acuerdo porque si cada uno va por su lado la enfermedad empeorará.
-Usted ha dicho que la mala imagen de la Justicia, que es una de las instituciones peor valoradas, está justificada.
-Claro, no podemos negar la realidad. Hay grandes profesionales, pero la Justicia no está dando el mejor servicio a la sociedad. Hay que poner los medios y trabajar todos juntos para que pierda esa imagen peyorativa.
-Decisiones como la multa de 1.500 euros al juez Tirado no ayudan precisamente a mejorar esa imagen deteriorada.
-Del caso concreto no puedo hablar, pero desde el punto de vista general le puedo decir que hay que actuar preventivamente. La inspección debe tener los instrumentos necesarios para prever que no se produzcan estos resultados y, si se producen, sancionarlos si es que así se considera, huyendo de todo corporativismo, que contribuye al desprestigio, cuando nuestro objetivo prioritario en el Consejo debe ser prestigiar a la Justicia.
-La vicepresidenta De la Vega ha dicho que el juez Tirado debe ser suspendido por tres años. ¿No es esto inmiscuirse en su labor?
-No hay que tener miedo a que haya manifestaciones de este tipo. Es una opinión como mañana puede haber otra del padre de la niña o de una asociación, siempre que no se haga de una forma coactiva, amenazante, que bajo ningún concepto sería aceptable. No me sentido coaccionado. Pienso que en ningún momento su intención fue influir porque eso supondría un atentado grave contra la separación de poderes.