Los etarras José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala fueron secuestrados en la localidad vascofrancesa de Bayona el 15 de octubre de 1983, desde donde fueron trasladados hasta la localidad alicantina de Busot. Allí fueron ejecutados de sendos disparos en la cabeza y enterrados en cal viva. Sus restos fueron hallados en 1985 y permanecieron en el cementerio de Alicante durante diez años, hasta que un policía vinculó los cadáveres sin identificar con los dos etarras. Fue la primera acción de los GAL, y por ella fueron condenados el comandante y varios agentes del cuartel de la Guardia Civil de San Sebastián y el gobernador civil.