Ares trabaja entre chaparrones

A. Vellón

FERROL

La lluvia volvió a desafiar ayer a los vecinos que elaboran las alfombras florales, pero nadie quería bajar los brazos

25 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Una corta pero dura tromba de agua, sobre la una de la tarde, impedía ayer que los vecinos de Ares encargados de la elaboración de las alfombras florales pudiesen continuar con su trabajo. Y se llevaba, además, buena parte de la tarea que se había realizado antes, borrando los dibujos que ya se habían plasmado en el suelo para servir de base a los coloridos tapices. La lluvia volvía a desafiar, de este modo, a la tradición. Y esa fue la constante durante toda la jornada. La necesidad de trabajar entre chaparrón y chaparrón para ir trazando esas líneas.

Los ánimos estaban justitos. Mucho tiempo de faena acumulado para que, al final, el agua la ponga en jaque. Pero nadie bajaba los brazos. Ni mucho menos. Quedaba todavía mucho día, mucha madrugada y mucho domingo antes de la procesión de hoy, a las cinco de la tarde, para llegar hasta donde se pudiese. Para intentar que todo quedase lo más vistoso posible.

El presidente de la asociación Alfombras Florales, Bernardo Díaz Beceiro, explicaba en los bajos de la Alianza Aresana, donde se acumulaba numerosa flor ya preparada, cómo veía la cosa. «A ver si mejora un poquito el clima y nos da tiempo a hacer lo máximo posible. Si la lluvia no lo impide, el material se va a echar todo en la calle. De una manera u otra. Es triste, porque entre una cosa y otra llevamos ahí un mes dale que te pego y al final... Bueno. Hay que andar mirando para el cielo todo el rato». Dejó claro, además, que el público que se acerque hoy hasta la villa va a poder ver el resultado «de todo el esfuerzo que nos ha sido posible hacer».

La madrugada

Sobre las nueve de la noche se comenzaba a echar la flor sobre los dibujos. A la espera de cómo se fuesen desarrollando los acontecimientos durante la madrugada. Antes, Valentín Muíños, uno de los encargados del tapiz que va desde la iglesia hasta el muelle, lo tenía claro. Su parte de alfombra «se va a hacer, sea como sea, mejor o peor, pero se va a hacer. Va a haber flores en la calle».

A renglón seguido se puso a dibujar de nuevo en el suelo aprovechando que la lluvia daba otra tregua. A trabajar. Y a cruzar los dedos.