El ex jesuita y ex militar que mudó su vida en Ferrol

FERROL

El catalán Jaume Matamala revisa en un blog su paso de la Iglesia a la Marina durante los convulsos sesenta

08 ago 2008 . Actualizado a las 12:06 h.

Vuelve cada dos años a Ferrol, uno de los lugares que le transformaron, una de las ciudades que pisó tras dejar los jesuitas y donde empezó a debilitarse su pasión militar. Hoy Jaume Matamala va compilando aquellos convulsos años sesenta y setenta en España que para él también fueron agitados personalmente.

Orientó, en la adolescencia, su vida hacia la religión. Sin embargo, de su promoción de jesuitas en Lérida ninguno de sus compañeros optó por mantenerse adscrito al clero. Una canción del cantautor Raimon, La Piedra , recuerda ahora, fue el detonante del cambio: «La escuchamos unos cuantos y aquello era rompedor». Le comunicó a su padre en un escrito, con unas claves personales, que dejaba el noviciado. «Me fui por mis ideas». Esa máxima la ha conservado siempre. Tenía entonces 19 años y había pasado los dos últimos en el noviciado, aunque nunca con la idea de llegar a impartir el sacerdocio.

El siguiente paso iba a ser la Armada. Primero en San Fernando (Cádiz) y luego en Ferrol. En la urbe naval se fraguó en la especialidad de maniobras y pasó por un barco ya mítico, el Galatea . «Aquello era un hervor de gente, una ciudad próspera, pleno empleo en los astilleros... Que conste que yo hoy veo la ciudad muy bien, hay pocos lugares a los que vuelves y ves todo casi igual, conservado, y las playas, las vistas desde Chamorro... ¡Y por aquí hemos pasado miles de personas!».

Aquellos años le dejaron alguna de las mejores experiencias de su vida. «No me arrepiento de haberme salido de los jesuitas, pero de la Marina... Si fuera ahora, que es diferente y está modernizada, ya no me iría», apuesta. En Ferrol conoció a quien sería luego su mujer. Un golpe de suerte, o como se quiera llamar, que sirvió para dar otra vuelta a su vida. Porque tampoco le convenció lo que veía entonces en la Marina de guerra, pasando como hizo por varios barcos ( Almirante Lobo o Dédalo ). Prevalecieron, tras seis años, motivos similares a los que le llevaron a dejar los hábitos: «La mentalidad es la misma, siempre te trataban de dominar el intelecto, y, además, en la Armada, ser catalán digamos que no estaba muy bien visto». Cuando mediaban los setenta

Hoy, dice, no es creyente en un sentido convencional. «Aunque creo que, tras la muerte, seguro que algo, no sé qué, hay, pero siempre he dudado de todo». Pero mantiene su gusto por el mundo naval. Mientras tanto, jubilado a sus 62 años, pinta -utiliza hasta el ordenador para ello-, escribe varios diarios en Internet y dice que se mantiene «totalmente activo».

Una de esas bitácoras en la Red recrea precisamente ese curioso paso por la Iglesia y por la Armada Española (www.dejesuitaamilitar. blogspot.com) con el ánimo de encontrar a alguien con una experiencia similar. «No me consta nadie, de momento...».