Desde hace casi dos años, el salto de agua más famoso de Ferrolterra se puede ver desde lo alto; una nueva (y conflictiva) senda peatonal lo ha hecho posible
22 jul 2009 . Actualizado a las 02:00 h.No goza de tanta popularidad como la cascada del Ézaro, en la desembocadura del río Xallas, pero al salto de A Fervenza del río Belelle no le faltan méritos ni encantos para ser también «unha das paisaxes de maior emoción de Galicia», como escribió de la primera, hace ya más de medio siglo, el escritor Otero Pedrayo.
Este impresionante rincón situado en la frontera entre Fene y Neda está a dos pasos de Ferrol, pero, sin embargo, sigue siendo uno de los enclaves turísticos menos conocidos y promocionados de la comarca. Para alcanzarlo en coche, desde Ferrol, bastan apenas 25 minutos. Desde el puente de Xuvia, en Narón, hay que seguir por la carretera de Ortigueira hacia Neda y tomar después el desvío de A Mourela. Tras pasar Maciñeira se llega a O Roxal, donde se alza el Pazo de Isabel II -que en realidad no fue casa señorial, sino fábrica textil-, y desde allí se toma un camino estrecho que lleva a la central hidroeléctrica del Belelle, pasando antes por el molino de A Barcia, sede de la asociación micológica Viriato, que se encuentra muy bien rehabilitado.
Una vez en la central, el visitante no tiene más que cruzar la puerta de entrada y tomar la nueva senda peatonal construida por el Concello de Fene para llegar a la Fervenza. Hay dos posibilidades: o seguir la senda bordeando el cauce del río, para llegar a los pies del salto de O Belelle, o tomar el desvío que parte de ella hacia arriba y que lleva a un mirador cubierto desde el cual se puede observar la cascada desde lo alto, a vista de pájaro. Después, este sendero continúa ascendiendo por lo alto de la montaña para confluir en el camino de Marraxón, donde se encuentra el canal de la central hidroeléctrica que a principios de siglo sacó a Ferrol de la oscuridad.
Polémica
Con la construcción de esta senda, el visitante puede acercarse ahora la cascada desde otra perspectiva, sin necesidad de estar adiestrado en la práctica del senderismo; antes el camino que ascendía por lo alto de la montaña ya existía, pero estaba tan lleno de zarzas y maleza que solo los más aventureros se atrevían a tomarlo.
Sin embargo, y a pesar de que ha mejorado la accesibilidad, la senda no se ha salvado de las críticas. Los grupos ecologistas la han tachado de «agresiva» y han cargado con vehemencia contra su pavimento, realizado con una mezcla de granito y cemento blanco. Y lo cierto es que, caminando por el entorno, la dureza del firme choca con la exuberante naturaleza que lo rodea. En el panel situado junto al nuevo mirador cubierto, se enumeran algunas de las especies vegetales y animales que habitan el entorno: desde salgueiros, carballos y loureiros hasta corzos, porcos bravos y ratos de fraga, pasando por unos helechos y un tipo de orquídea de incalculable valor por su escasez.
Toda esa riqueza, sumada al murmullo incesante de la cascada, hace que el visitante se sienta en total contacto con la naturaleza. Eso sí, la zona carece de fuentes y los escasos paneles explicativos que hay son confusos y apenas contienen información. Tampoco hay ninguna tienda para comprar un refresco o un tentempié.
Tal vez por eso -por suerte o por desgracia-, A Fervenza sigue siendo una de las grandes desconocidas del turismo.