El mar exhibe su arista más feroz

Antón Bruquetas FERROL/LA VOZ.

FERROL

La borrasca «Becky» deja en el litoral del Ortegal olas que superan los once metros de altura, arrasan varios puertos de la zona y destrozan pequeñas embarcaciones

10 nov 2010 . Actualizado a las 13:10 h.

«Nos meus 56 anos nunca vin nada parecido». Eran las palabras del alcalde de Cariño, José Luis Armada, después de ver los destrozos que había provocado el paso del temporal en el puerto de la localidad. Y es que en torno a las cinco y media de la mañana, cuando estaba a punto de alcanzarse la pleamar, la intensidad del oleaje superó los once metros de altura provocando la rotura del dique de contención de la rada. La estampa que entonces pudieron contemplar los pocos marineros que se acercaron hasta las inmediaciones de la dársena fue «impresionante». «Algo que nadie, incluso la gente que llevamos tantos años en el mar, se podía imaginar», confirma el patrón mayor de la cofradía de pescadores, Juan Fachal. El océano irrumpió en la escollera con tanta violencia que resquebrajo el suelo donde habitualmente se estiba parte de la mercancía que los buques traen hasta el muelle. Se abrieron dos grande agujeros en el firme y el agua, mezclada con el barro y las piedras, saltó por los aires hasta llegar a alcanzar los treinta metros de altura. «Era un géiser descomunal», explica Fachal.

Torres de iluminación

La agresividad de la tempestad no cesaba y en otro golpe el mar se llevaba por delante cuatro torres de iluminación de hormigón ubicadas sobre el dique de contención. También las casetas habilitadas para los pescadores se vieron afectadas. Las olas se llevaron las puertas de la que se encuentra más próxima al espigón que quedó completamente anegada. El envite del agua rompió los cristales de la caseta que controla el acceso a la zona de mercancías del puerto y parte de los graneles que allí se almacenaban, principalmente troncos de eucalipto, quedaron desparramados como si se tratase de simples juguetes en manos de un gigante. Algunas embarcaciones auxiliares se hundieron por la combinación del oleaje y el viento. «En otras ocasiones había visto temporales con más viento, pero con la fuerza de mar como esta vez, nunca», subrayaba el patrón mayor de la cofradía de pescadores.

A esa misma hora, al otro lado de la ría de Ortigueira, en el puerto de Espasante, la imagen era similar. El mar de fondo arrastró enormes piedras a la explanada que habitualmente se utiliza para descargar el pescado y reparar las embarcaciones. De hecho, el oleaje machacó varias lanchas que estaban en tierra firme y desplazó los aparejos que habían guardado los pescadores por culpa del mal tiempo. El paseo de madera del arenal de la Concha quedó inservible.

En Bares, a pocos kilómetros de Espasante, los muros de la antigua fábrica de conservas, testigos mudos del paso de innumerables borrascas, cedieron ante la voracidad de Becky. Las pizarra del suelo del puerto se levantó sacudida por la presión del agua que se escurría por todas las rendijas. Algunos muros de las casas más próximas a la playa no conseguían resistir la saña de la tormenta.

A Magdalena

Cedeira amaneció cubierta por la arena que llegaba a rincones donde jamás había estado. Los conductores y viandantes trataban de sortear el incómodo visitante. De hecho, el oleaje dejó un enorme terraplén de unos dos metros de altura en la playa de A Magdalena. «Los daños son enormes, porque también ha afectado a la zona dunar, que llevábamos varios años intentando recuperarla», comentaba a primeras horas de la mañana el alcalde de la villa, José Luis Vergara, quien agregaba: «Es un auténtico desastre».