Una remontada que rozó el podio

DEPORTES

Alonso, que era último tras la salida, avanzó hasta la cuarta posición en una carrera que ganó Button

06 abr 2010 . Actualizado a las 21:21 h.

Partiendo de la nada, Fernando Alonso alcanzó el cuarto puesto. No probó el champán. No subió al cajón de los festejos con Jenson Button, Robert Kubica y Felipe Massa. Pero su remontada fue un triunfo. Mientras los coches rumiaban en la parrilla, con el asturiano en la tercera plaza, pensar en la posibilidad de quedarse a un peldaño del podio era una derrota anticipada, un triste premio de consolación para un bicampeón al volante de un Ferrari. Pero, solo unos segundos, después plantearse ese mismo objetivo era flirtear con la hazaña. Porque Alonso primero se quedó clavado en la pista. Y después se tocó con Button. Agitado por un trompo, su coche se paró en dirección inversa a la del circuito. Mirando hacia los semáforos, encarado con sus rivales, descolocado y perdido. Arrancó entonces desde la última plaza. Y desde la nada avanzó hasta las fronteras del podio.

Melbourne quiso aliñar la prueba con una lluvia fina que obligó a los pilotos a arrancar con neumáticos intermedios. Y esas gotas de agua fueron la salsa de una carrera que, en términos de adelantamientos e incertidumbre, de entretenimiento al fin y al cabo, fue la Némesis de la Bahréin. Albert Park se convirtió, desde el inicio, en el gran escenario del imprevisto. Con el líder vuelto del revés, con un espectacular choque entre Kamui Kobayashi y Nico Hülkenberg, con Schumacher cambiando un alerón roto, con el coche de seguridad en pista... Y todo ello en la primera vuelta. La locura.

Después de ese arranque, Sebastian Vettel, sin la amenaza de Alonso, mantenía la primera plaza y el cartel de favorito. Pero, una vez más, Red Bull fue un caballo veloz pero desbocado. Otra vez. El alemán se salió en la vuelta 26 al salirse en una curva por problemas con sus frenos y ya no pudo volver.

Red Bull decepcionó. Renault y McLaren se reivindicaron. Kubica, la revelación, aguantó los ataques de Hamilton hasta instalarse cómodamente en posición de podio, alejado de otras batallas. Y McLaren mostró un excelente rendimiento y una gran intuición. Decidió jugársela con Button y acertó. El inglés fue llamado a boxes y salió a patinar con gomas lisas. Lo que comenzó como un experimento acabó como una victoria. El campeón del mundo se anticipó en un cambio que después fue obligado para todos cuando se secó la pista. Logró un colchón de tiempo que, junto al abandono de Vettel, le catapultó hacia el triunfo.

Por detrás de Massa

Un éxito estratégico. Pero la épica se la reservó para sí Alonso, que fue devorando rivales con paciencia y talento. Con el hambre justa para no cometer errores. Fueron cayendo víctimas: Alguersuari, Glock, Luizzi, De la Rosa, Barrichello... A pesar de todo, su remontada parecía condenada a morir en la séptima o la octava plaza, a orilllas de los Massa, Webber y Hamilton. Precisamente el brasileño fue el gran obstáculo para el asturiano, que derrochó tiempo y esfuerzo sin lograr superar a su compañero. Pero fue la estrategia ajena la que le situó a Alonso a las puertas del podio. Ferrari optó por no hacer un segundo pit stop para cambiar neumáticos. Sus rivales directos sí lo hicieron. A partir de entonces, la carrera se convirtió en una caza encabezada por Hamilton, que daba zarpazos de más de un segundo por vuelta al español. Las matemáticas impusieron su lógica y el británico pisó los talones a Alonso durante muchos giros. Pero cuando Hamilton lanzó su puñalada mortal, el asturiano frenó al límite, más allá de la lógica. El inglés tuvo que aflojar y fue embestido por Webber, tercero en discordia. La cuarta plaza estaba servida. Sin el sabor del champán. Pero con el buen gusto de la fórmula 1.