La Xunta encargó un tipo de biblioteca para el recinto y a los 19 meses exigió otro totalmente diferente
GALICIA
Los vídeos que la Secretaría Xeral de Comunicación envió al Parlamento este miércoles evidencian que el Gobierno presidido por Manuel Fraga comenzó a desarrollar el complejo del monte Gaiás sin saber exactamente para qué lo quería. En una de esas grabaciones, realizada durante una reunión de trabajo el 16 de septiembre de 1999 en Santiago, puede verse cómo el entonces director xeral de Cultura, Homero Pérez Quintana, ante su jefe, el conselleiro Jesús Pérez Varela (PP), reclamó al diseñador del recinto, Peter Eisenman, que idease una biblioteca «con espacios accesibles a investigadores, servicios comunes y una zona de trabajo, además de un depósito con capacidad para un millón de volúmenes».
Sin que hubiesen transcurrido 19 meses desde aquello, el 2 de abril del 2001, Pérez Varela se entrevistó con el arquitecto estadounidense en Nueva York y, apelando al criterio de Fraga, le encargó un edificio radicalmente distinto. «La sala debe tener libros en las paredes y que estén vistos [...] no recogidos en depósitos», proclamó el dirigente popular, quien concluyó: «El millón de volúmenes que se prevé no es para tener en el sótano, sino expuesto», en una atmósfera que habría de resultar «espectacular».
Quiso mover la universidad
Un segundo pasaje del encuentro celebrado en el verano del 99 en Compostela corrobora los bandazos en la génesis del Gaiás. Tras escuchar a altos cargos de la Xunta, Eisenman solicitó la palabra para plantear una duda. «¿La biblioteca que proponen absorberá la colección de la universidad o será complementaria?», cuestionó.
«Es una pregunta muy difícil -respondió el conselleiro-, porque en Galicia, como en todo el mundo, las instituciones son muy celosas de su patrimonio. ¿Cuál es nuestra idea? Que la Universidade de Santiago, que tiene 500 años de historia, una biblioteca general muy buena y otra de América aceptable, traslade sus dependencias a la Ciudad de la Cultura, como un homenaje de la ciudad a la universalidad del proyecto. Que lo consigamos o no va a depender de las negociaciones». Entonces, el norteamericano miró a Pérez Varela, se rió y dijo: «¡Buena suerte!». No la tuvo.