La falta de un controlador en el aeropuerto de Huesca obliga a aterrizar en Zaragoza a un avión con 148 gallegos

GALICIA
Lo que se presumía como unas vacaciones idílicas al pie de la montaña pirenaica empezó con una maratoniana procesión en autobús por las carreteras aragonesas. Un vuelo de Pyrenair -operado por Spanair- que partió de la terminal coruñesa de Alvedro con 148 pasajeros a bordo rumbo a Huesca acabó aterrizando en Zaragoza el pasado miércoles, y los viajeros llegaron a sus destinos con más de cinco horas de retraso en algunos casos.
El motivo del desvío del avión fue la falta de un controlador aéreo en el aeropuerto situado en Monflorite. «Nos enteramos en el aire, aunque nos dijeron que Aena ya estaba al tanto de la incidencia desde primera hora de la mañana y que ya le había comunicado a la compañía que ese vuelo no se iba a poder realizar como estaba programado porque no se había notificado a tiempo el retraso», cuenta Manuel Vilariño, uno de los afectados.
Vilariño, cuyo destino final era el parque natural de Ordesa, relataba también que fue el piloto del avión, que se identificó como comandante Moure, el que advirtió a los pasajeros de la incidencia. «Ya salimos con más de veinte minutos de retraso de Alvedro y, a mitad de camino, cuando llevábamos una media hora de vuelo, el piloto nos dijo que nos iba a informar de una pequeña eventualidad, que no era otra que el desvío a Zaragoza», dijo Vilariño.
La sorpresa de los viajeros fue mayúscula. «Los de la compañía nos dijeron que el controlador cumplió escrupulosamente con su horario y que a las ocho de la tarde decidió no esperar al último vuelo porque, al parecer, lleva más de tres meses esperando a que le arreglen su situación laboral y aún no lo han hecho», protestaba otro viajero, sorprendido porque hubiera un problema «con la única aerolínea que opera en Monflorite».
Las penurias de los viajeros no se acabaron al tomar tierra en Zaragoza. «Como tampoco nos esperaban allí, el avión aparcó a más de trescientos metros de la terminal y tuvimos que cruzar toda la pista andando porque no nos mandaron ni un autobús», recordaba ayer Vilariño. Y el calvario siguió luego en el autobús fletado por Pyrenair. «Imagínate la escena, con la gente cargada con los esquíes, los abrigos, las mochilas... y llegando al destino a las dos de la mañana», concluyó Vilariño.