El último brindeiro actúa el fin de semana en los centros gallegos de Lausana y Ginebra, invitado por la Consellería de Cultura
15 may 2008 . Actualizado a las 12:18 h.Antonio Río Montero, o Ribeira de Louzarela, es el último brindeiro o brindador que queda en la montaña lucense, que es tanto como decir el último de Galicia. Desde los 12 años recita brindos, que son una especie de cantos populares similares a las regueifas propios de la zona de O Cebreiro y O Courel. Mañana, a sus 81 años, viaja a Suiza para actuar en los centros gallegos de Lausana y Ginebra y el domingo coge de nuevo el avión para retornar pronto a su Louzarela natal (municipio de Pedrafita do Cebreiro), «porque o gando non espera e hai que atendelo».
En esta ocasión viaja invitado por la Dirección Xeral de Cultura, pero ya estuvo otras dos veces visitando a un hijo que vive allí. También conoce el plató de la Televisión de Galicia y superó sin dificultad la prueba que, como quien no quiere la cosa, le hizo José Ramón Gayoso en Luar para comprobar si realmente improvisa sus brindos.
Conseguir tabaco
Antonio recuerda que cuando las bodas se celebraban en las casas, los brindeiros del pueblo acudían a solicitar que les diesen tabaco, y lo hacían desde el exterior mediante una especie de ripios en verso, con cierta similitud con el canto de Reyes, aunque en los brindos la parte musical tiene menos importancia. Desde dentro del domicilio, el padre de la novia, el padrino o la persona aludida en los brindos replicaba. Pero en muchas familias no había personas que lo supieran hacer y llamaban a un brindeiro que los defendiera, que es lo que hizo Ribeira de Louzarela desde que era niño, especializándose en «brindos de dentro». Las bodas ya no son en casa y en los pueblos queda poca gente «á que dicirllas» [ las verdades ], pero Antonio Río no olvidó su arte. Es más, desde hace años actúa en escenarios antes inimaginables, como el de la televisión, en Lugo en San Froilán «diante do señor Orozco» o en Ourense, en la Diputación. No se pone nervioso y está convencido de que a brindos dejaría callado al mismo presidente del Gobierno, «porque disto sei máis eu, como de gobernar sabe máis el».
El temor de los escritores ante el folio en blanco o el pánico de los actores a olvidarse del texto durante una representación jamás le visitó a él. «Nunca me faltou un brindo e sempre tiven un camiño ou varios por onde saír». Esta seguridad en sí mismo no es fruto de algún seminario de autoconfianza ni de una actitud arrogante; es el resultado de cerca de 70 años practicando sin fracasos un arte ancestral para el que no necesita ensayar y de cuya improvisación da constantes muestras, por ejemplo, dedicándole uno de corrido a su esposa, en que introduce elementos que están aconteciendo, o al propio fotógrafo mientras lo retrata.
Inventor de palabras
No da demasiadas pistas de los métodos que usa para hacer sus rimas con tanta rapidez. Asegura que ni siquiera utiliza las largas y calmas horas de estancia con el ganado para elaborar ripios que pueda emplear más tarde y lo remite todo a cualidades naturales: «Para isto hai que nacer; ten que saír de dentro». Sin embargo, a una gran agilidad mental suma una especial habilidad para inventar palabras, a veces ininteligibles, que le sirven de comodín para completar con éxito la rima.
Como Bisbal en sus primeros tiempos, Ribeira de Louzarela responde con un brindo a toda petición. Siempre aprovechó su afición para «cantarllas» a cualquiera, incluido el cura de la parroquia, pero asegura que nunca recibió unas bofetadas ni siquiera lo echaron de un lugar por ofender a alguien con su brindo. Defectos, insultos o motes están excluidos de sus rimas, pero no los temas picantes, aunque siempre en el nivel de insinuación. Eso sí, socarronería, tanta como cortesía: desde que se levanta hasta que se acuesta.