«En ningún momento quisimos crear alarma social. Dada la exagerada repercusión de este asunto, estamos totalmente arrepentidos», asegura uno de los tres secuestradores de su amigo, el abogado coruñés Antonio C.?F., que se casa hoy. La broma, que formaba parte de una despedida de soltero, derivó en una operación jaula de la Policía Nacional y la Guardia Civil que se extendió por A Coruña entre las 18.45 horas del jueves y las 0.45 del viernes, cuando los secuestradores y su víctima fueron localizados por el 091 en un céntrico bar de la ciudad herculina. «Desde el primer segundo supe que era una coña de unos amigos», asegura el novio.
La broma «fue improvisada ayer mismo [por el jueves]», según relata uno de los jóvenes. Este hombre, treintañero como sus dos compañeros, cuenta que se surtieron en una tienda de chinos: «Compramos dos pares de medias por 90 céntimos, y un par de ametralladoras y pistolas de juguete». Sabían que el novio estaría en su casa a las seis y media. Lo llamaron al móvil y se identificaron como repartidores de un centro comercial que iban a entregar un pedido. La víctima bajó. «Lo sorprendimos dentro del portal, sin ningún testigo. Entonces le puse una bolsa de basura en la cabeza», alegó uno de los amigos. El novio reaccionó con risas: «¿A dónde me lleváis a tomar unas cañas?», preguntó, mientras lo introducían en un coche aparcado a un metro y medio del portal. Nunca pensaron que los estaban viendo: «Todo fue muy rápido. Ocho minutos. No vimos a nadie más». Pero dos testigos a los que les pareció un secuestro avisaron al 091.
De allí se fueron a un bar de Uxes, desde donde a cara descubierta ya, y sin armas, volvieron a tomar unas cañas en Cuatro Caminos. Para entonces, el grupo lo formaban seis. Después, cenaron churrasco.
«El secuestrado es este»
A esas horas, por la ciudad ya se había extendido el rumor de que el secuestrado era un ex alto cargo de una entidad bancaria. La pandilla no fue consciente de la alarma creada hasta que llegaron a un mesón de la calle Federico Tapia, hacia las doce de la noche. Allí, les contaron que había habido un secuestro en la calle Nicaragua. Instantes después, la policía entraba en el mesón. Había agentes uniformados y de paisano. «Les dijimos: 'El secuestrado es este', señalando a nuestro amigo. Enseguida entendieron que era una broma». Fueron identificados y los agentes requisaron las armas de juguete, las medias y las bolsas de basura. Ayer declararon en Lonzas.
Mientras, la mayoría de los residentes de la calle Nicaragua se iban el jueves a la cama convencidos de que un grupo armado mantenía a uno de sus vecinos secuestrado. Ayer respiraron tranquilos, pero muchos mostraban su indignación: «La verdad es que me parecen unos caraduras irresponsables, porque yo misma pasé la noche temblando», aseguraba una mujer que reside en el número 8 de la calle Nicaragua, unas plantas más abajo que la falsa víctima. Noelia Pérez, dependienta del establecimiento ante el que los falsos secuestradores aparcaron su coche, pasó parte de la noche en el cuartel de Lonzas repitiendo a los agentes cada detalle que pudo captar del suceso: «Hoy [por ayer] vinieron a la tienda y me dijeron que tenía razón, que las pistolas eran tal y como yo las había descrito».
Patricia Miralles regenta un cíber que está en las inmediaciones y también tuvo que dedicar su tiempo a atender a los policías. Ella no se dio cuenta de nada hasta que vio varios coches policiales en la calle y mucha gente alrededor: «Me parece fatal lo que hicieron, cuando nos acostamos aún no sabíamos que era una broma y pasamos un mal trago», dijo.