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El mejor bachiller gallego entra con un 9,95 en Medicina

GALICIA

El compostelano Alejandro Rivero estudió en el IES Rosalía de Castro

02 jul 2008 . Actualizado a las 09:31 h.

Cuando tenía 15 años, Alejandro Rivero inventó una jeringuilla que evita al personal provocarse pinchazos involuntarios. Fue finalista en el premio Galicia Innovación. Al año siguiente, con 16, ganó ese certamen gracias a un sistema electrónico que permite a los conductores sordos darse cuenta de que les están pitando y saber de dónde viene el bocinazo. Ahora, Alejandro Rivero de Aguilar Pensado (Santiago, 1990) tiene 18 años recién cumplidos y es el estudiante gallego con la nota más alta en bachillerato.

Ayer fue con su 9,95 a preinscribirse en Medicina. Estudiará en Compostela porque es su ciudad y porque cree que tiene una facultad con prestigio. Quiere especializarse en microbiología. Y de ese campo ya sabe algo. En el último año estuvo realizando una investigación sobre los tardígrados, unos microorganismos animales que viven en musgos y líquenes y que son resistentes a las condiciones más extremas. En la investigación científica gallega solo había una referencia a esos microorganismos. La segunda será de un chaval humilde, risueño y que se define como «un friki, con orgullo». Con ese nombre, friki, se llaman entre sí los estudiantes del bachillerato internacional.

Este verano, Alejandro se marcha un mes a Dublín «a descansar, a beber pintas y a echarme una novia irlandesa». Dice que irá a un curso de inglés por las mañanas «para aparentar». Se pasará un verano relajado en el que, seguramente, escuchará muchos discos de Queen, verá alguna película de Woody Allen y leerá algún libro de intrigas.

Deja atrás un año difícil, de mucho esfuerzo para sacar una buena nota en el bachillerato internacional. Y tan buena: clavó un diez los dos últimos cursos y un 9,88 en la selectividad -le fallaron los 9,5 de Gallego y Filosofía-. Por eso cita varios nombres de profesores del instituto Rosalía de Castro.

Le gusta la Medicina «porque repercute directamente en la persona, es esencial». Pero tampoco descarta la docencia y la investigación en ese ámbito. Aunque está convencido de que para poder hacer algo en investigación tendría que marcharse de su tierra.

Preparó mucho la selectividad para poder estudiar una carrera que había elegido hacía años y cree que en las pruebas de acceso a la universidad sobre todo hay que gestionar bien el tiempo.

«Es como esos que dicen que les gusta estudiar. ¡Es que a nadie le gusta estudiar!», asegura. ¿Dónde está, entonces, el secreto? Responden sus padres, Santiago y Mónica: «Es muy inteligente, pero hay mucho esfuerzo y mucha constancia detrás».