Un viaje de ida y vuelta desde A Coruña, 2.682 kilómetros, en el nuevo Alvia permite comparar las máquinas que circulan por Galicia con las de otras líneas
21 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.Esta historia podría contarla usted, o cualquiera de los miles de gallegos (más de 100.000 solo en Barcelona) que cada año viajan en tren entre Galicia y Cataluña. Son las voces de la vida diaria, esa que empezaba a despertar a las seis y media de la mañana del pasado jueves en las calles de A Coruña: un camión de reparto, una pareja en busca de la penúltima copa, un currante madrugador y los bocinazos de algún conductor impaciente.
En la estación de San Cristóbal un altavoz anunciaba la salida del tren Arco con destino a Monforte y dos seguratas indicaban a un borracho que ese no era al que tenía que subirse. Cinco minutos antes de la hora de salida, el vagón turista estaba apagado: «Suba ahí de momento», indicaba un acelerado, y escuálido, mecánico, señalando preferente, donde solo había una viajera. En breve, todo estuvo listo y la salida fue casi puntual (6.52), si bien la noche no dejaba ver las obras del AVE cerca de la estación o el lento recorrido por As Xubias, bordeando la ría de O Burgo; este es el posible trayecto de un tren de cercanías, o de un metro ligero, del que justo ese mismo día los responsables municipales coruñeses decían que ya no es un proyecto prioritario para el sistema de transporte local.
Empezaba a amanecer sobre la chaira lucense y eso parece que animó al tren a coger una cierta velocidad, antes de parar en Guitiriz. Eran casi las ocho de la mañana, justo en el momento en el que de la estación de Vigo salía el tren Alvia con destino a Barcelona. Desde el pasado lunes, los 1.341 kilómetros que separan Vigo de Barcelona se pueden recorrer en 13 horas y 20 minutos utilizando dicha máquina. Un viaje de ida y vuelta, que es lo que hacen habitualmente algunos de los trabajadores de Renfe que realizan este servicio, permite comparar la situación del servicio ferroviario en Galicia y en otras autonomías.
Los viajeros procedentes de A Coruña y Lugo tienen que enlazar en Monforte con el tren Arco, que en las rectas de Guitiriz, donde la vía va paralela a la carretera durante unos kilómetros, adelantaba a una furgoneta; quizá fuera porque el coche tenía limitada la velocidad a 80 kilómetros por hora, una media a la que no llega el Arco en los 183 kilómetros que separan A Coruña de Monforte, ya que tarda casi tres horas. Un camión, sin carga, también fue adelantado por un tren en el que de los seis viajeros casi todos dormitaban.
Una vez pasado Sarria, nueva parada. «¿Dónde estamos?», pregunta, mientras se despereza, un joven a su compañera; esta no lo sabe y comenta: «¡Qué frío hace! Menos mal que traje el abrigo». La causa de la espera, cerca de la estación de Rubián, es facilitar el paso de otro tren.
En Monforte el mecánico escuálido continúa a la carrera y los viajeros del Arco se pasan al Alvia, un cambio de mundo que comienza con las metálicas palabras de bienvenida y el aviso de que serán anunciadas las paradas y la disponibilidad de vídeo, música y cafetería.
Es en esta estación donde varios trabajadores de Renfe apuntan que para viajar de Barcelona a A Coruña hay un sorprendente atajo: «Si vas por Madrid ganas tres horas». Y detallan que, saliendo en el AVE de las 11 de la mañana de la capital catalana, «antes de las dos estás en Madrid y a las dos y pico sale un talgo que llega a A Coruña a las diez de la noche; sale más caro pero llegas antes». Una sorprendente solución a un tren Alvia que llega con cinco minutos de adelanto a Barcelona.
A la salida de Sants hay un enorme cartel: «Volem l'AVE pel litoral».