Tercera jornada del viaje institucional a Latinoamérica
07 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Llegaron con lo puesto. Hicieron de su trabajo la primera fuente de financiación de la anémica Galicia de la posguerra. Y ahora, después de una vida de sacrificio, aguardan su último tren en las mismas condiciones en las que tomaron el primero, con dificultades para que el país que contribuyeron a levantar les reconozca una pensión de subsistencia o una ayuda para pagar las medicinas. Esta es la realidad a la que Feijoo se asomó en la tarde del sábado, madrugada de ayer en España, en el Centro Gallego de Avellaneda, epicentro de la época de mayor esplendor de la pujante colectividad gallega reconvertido tras 110 años en escenario de las historias más duras de una diáspora envejecida y necesitada.
En los viejos salones del centro, medio centenar de gallegos recibieron a Feijoo con testimonios de voz quebrada. A la entidad que llegó a contar sus asociados por miles apenas le quedan 900, a los que se les hace cuesta arriba pagar una cuota mensual inferior al precio de un café en Galicia. El presidente del centro, Juan Rodríguez Santomé, explicó a Feijoo que, para buscar su pervivencia, la sociedad intenta rentabilizar un patrimonio que no puede mantener. El restaurante de la planta baja, que nutrió durante décadas la morriña de los paisanos, alberga ahora un chino, pero los inquilinos son impuntuales en el pago del alquiler y la renta no llega para hacer frente a las facturas. Las penurias son muchas, pero los gallegos de ultramar las soportan con dignidad. Rodríguez se mostró inflexible ante el interés del presidente en adquirir para el archivo histórico de la Xunta el primer libro de actas de la entidad, fechado por sus fundadores en octubre de 1899.
Cajas y festejo constitucional
Feijoo se mantuvo ante la colectividad gallega fiel a un estilo directo que descoloca a un público más hecho a la sobriedad protocolaria de Fraga y Touriño. La escasa expectación que suscitó en Avellaneda, con un aforo que hubiera deprimido a sus predecesores, fue asumida con naturalidad por el presidente, que agradeció al auditorio los minutos que le dedicó. La predilección de Feijoo por restar grandilocuencia a su cargo lo llevó a interpelar al presidente del centro por el futuro de las cajas gallegas. El vigués Rodríguez Santomé no titubeó: «Creo que sería necesaria la fusión, porque así serían más fuertes». Pero la mayor sorpresa para los gestores de la sociedad llegó a la marcha de la comitiva, cuando Feijoo y su séquito abordaron la furgoneta con la que se desplazaron por Buenos Aires. En su reacción, la bibliotecaria del centro constató que la etapa del primer enlace de Fraga en la emigración ha dejado poso: «Hasta Amarelo de Castro usaba buen carro».
Feijoo dedicó ayer el último tramo de su agenda porteña a inaugurar una muestra fotográfica sobre el Xacobeo y a participar en un festejo con el que las sociedades españolas celebraron en la avenida de Mayo el aniversario de la Constitución, en un acto en el que repartió besos por la calle acompañado por el conservador Mauricio Macri, gobernador de la ciudad que lo invistió huésped de honor, la quinta distinción en cuatro días. En la noche anterior, Feijoo vio perder a Boca en la bombonera ante Independiente de Avellaneda, el equipo de los gallegos.