Los datos de la evolución de la población gallega le hacen ser pesimista respecto al futuro demográfico de la comunidad, pero la falta de iniciativa de la clase política al respecto todavía le hace ver más oscuro el porvenir. Considera que Galicia ha transformado sus estructuras de manera radical en los últimos años, y cree que sin más aplazamientos este debe ser el momento de la organización territorial y de pensar «qué queremos ser».
-¿Qué ha motivado un cambio tan radical en la estructura de la población desde 1975?
-Galicia ha dejado de ser una sociedad agraria para ser un enclave industrial y de servicios. Y a ello ha contribuido la entrada de España en la UE, con sus fondos estructurales, la modernización de las infraestructuras y la eliminación de los excedentes agrarios; la consecución de un Parlamento propio y un autogobierno que priorice políticas de desarrollo más cercanas, y la democratización de la sociedad civil que permitió el ascenso de grupos sociales antes encuadrados en las clases populares, gracias a las becas, las universidades...
-Pero ese cambio está generando problemas demográficos en el interior.
-Galicia se está suicidando demográficamente. No somos capaces de crecer, cada vez hay más ancianos, la natalidad es muy baja, la inmigración débil y además no hay un proyecto de país que defina qué debe ser Galicia dentro de 20 años. Se han abandonado proyectos de reestructuración, más o menos discutibles, y a cambio se crean competidores donde deberían buscarse aliados, como puede ser el caso de Oporto. Nadie se hace la pregunta de cuál es nuestro mercado, hacia dónde debemos ir a vendernos, y eso genera apatía social.
-¿Qué efecto tendrá la urbanización de Galicia?
-En las periferias de las ciudades ya hay estrés demográfico. El precio de la vivienda y las comunicaciones han generado esos anillos urbanos, convirtiendo a las grandes ciudades en polos de servicios, pero todo sin planificación y una visión global.
-¿El medio rural se despoblará aún más?
-Las 30.000 entidades de población que tenemos no son viables. Lo eran con una economía rural y de subsistencia. Ahora es insostenible, incluso para la Iglesia mantener sus 5.000 parroquias. Hay que aglutinar entidades, crear polos de atracción en cabeceras de comarcas, llevar los servicios a ellas, pensar en el futuro y reinventar demográficamente el futuro de Galicia.