«Lo pasé fatal. Al principio no quería trabajar para no dejar a mis hijos solos, pero no queda otro remedio, hay que salir adelante. Tienen que quedar solos unas horas porque tengo que trabajar y el sueldo no da para pagar a una persona». La historia de Azucena, un nombre ficticio que oculta la identidad de una madre de Lugo con dos hijos de 10 y 12 años, es la de otros muchos padres que trabajan fuera y se ven obligados a dejar a los pequeños solos en casa. El intervalo de tiempo acostumbra a ser de entre dos y tres horas, el período puente entre que se cierran los colegios y los adultos rematan la jornada laboral. Frente a esto hay casos en los que se quedan solos porque los padres no asumen su papel y continúan haciendo la vida de antes. La tendencia es cada vez más creciente en Galicia, tanto que a esos menores ya se les llama «niños de la llave».
La cifra exacta de cuántos pequeños podrían englobarse en ese grupo no existe. Pero tanto sociólogos como psicólogos y profesores constatan que el número está en aumento. La razón principal: el cambio en el modelo de familia y la tendencia al individualismo social. «É algo co te topas moi a miúdo. Comezas a percibilo nos primeiros cursos da ESO, cando a infraestrutura que hai despois da clase no primeiro tramo educativo xa non está e queda en evidencia o tempo que os nenos non están cos pais», explica Belén Coiado, vicedirectora del instituto de Coruxo, en Vigo.
El caso de Azucena es por obligación. Llegó a Lugo hace tres años, carece de familiares a los que pedir apoyo y tanto ella como su marido tienen que trabajar para pagar todas las cuentas. «Nunca estuvieron solos antes, pero tuve que aceptarlo. La primera vez que quedaron solos, lo pasé muy mal. Llamaba a todas horas por teléfono para comprobar que estuvieran bien. Nunca ha ocurrido nada, pero han tenido que adquirir una mayor responsabilidad desde pequeños, claro», apunta Azucena.
Riesgos
El hecho de estar solos implica riesgos. Los accidentes domésticos y el uso de redes sociales a través de Internet son los principales. Pero el efecto que puede tener la soledad en los niños varía en función de cómo perciban la situación. Para Manuel Fernández Blanco, psicoanalista y psicólogo clínico de la unidad de salud mental infantil del Complejo Hospitalario A Coruña, es interesante diferenciar entre los que entienden que tienen que estar unas horas solos porque sus padres han de ganarse la vida y los que lo que tienen es una sensación de abandono. «Cada ejemplo es único, pero el efecto subjetivo puede ser más grave cuando comprueban que no son el foco de interés privilegiado. Pueden verse perdidos, carentes de una referencia y para combatir la soledad utilizan medios de ocio», comenta.
Esos instrumentos para cubrir la falta de atención paterna van desde el televisor, la consola o Internet hasta la bebida o la comida. «También se retrae el saber porque es complicado que estudien solos cuando no hay compañía», añade Fernández.