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La recesión devuelve a miles de gallegos a la casa de sus padres

GALICIA

Al perfil clásico y en alza se han unido parados, retornados y divorciados

30 ene 2010 . Actualizado a las 02:01 h.

Galicia era, hasta el inicio de la recesión económica, una de las comunidades donde más tarde se producía la emancipación de los jóvenes. Según los datos de entonces, dos tercios de los gallegos de entre 18 y 34 años vivían aún con sus padres. El desmoronamiento económico y el desatado crecimiento del paro han disparado un fenómeno que ya gozaba de excelente salud.

Las principales razones que mantenían a una legión de jóvenes atrincherados en el hogar paterno, lejos de atemperarse, se han recrudecido: singularmente el desempleo, mientras que el precio de la vivienda, al menos en Galicia, apenas se ha moderado. ¿Resultado? Muchos de los que habían iniciado una aventura lejos del hogar donde crecieron la han visto frenada en seco y no les ha quedado más remedio que regresar.

El perfil es diverso e incluye emigrantes, muchos de ellos de vuelta tras la experiencia canaria, víctimas del paro y divorciados, un colectivo que se ha ido incorporando lenta y silenciosamente al grupo de quienes viven con sus padres. Así, la configuración de este prototipo familiar de matrimonios que mantienen en casa a sus hijos ya adultos se ha diversificado con hijos que ya conocen la emancipación y viven con menos comodidad la prolongación del reencuentro.

Cambio de estatus

Ariadna Rodríguez Teijeiro, profesora en la Facultad de Sociología de A Coruña, subraya el cambio social que sostiene a este grupo: «El cambio de estatus del joven en la familia en una sola generación: el padre, cuando era joven, se vio sometido a obligaciones y responsabilidades, restricción en los horarios, una incontestable autoridad paterna, incluso una educación en valores de esfuerzo e independencia ... El hijo no. Tiene libertad de horarios, no se le pide mucho y, en definitiva, está muy cómodo en casa».

En esas circunstancias, la población atrincherada crece. Hasta el punto de que en el 2007, un año económicamente feliz comparado con la que está cayendo, el porcentaje de hogares gallegos formados exclusivamente por menores de 30 años era del 3,3%. Sin duda, ese índice misérrimo, hoy es mucho menor: «No hay que olvidar que hay un sector, nada despreciable, de jóvenes que, aunque independizados, necesitan la ayuda económica paterna para subsistir».

¿Menos independencia?

Así que para muchos, el sopapo económico supuso el fin de la aventura de la libertad, apoyada en un contrato temporal y mileurista. En general, el cambio no ha supuesto ningún drama. Añoran la vida lejos de casa pero, cuando se les pregunta qué echan de menos exactamente al margen del empleo, no lo tienen muy claro. Entran y salen cuando quieren, apenas existe conflictividad porque los padres suelen estar contentos con el regreso y, económicamente van sacando para los gastos pequeños, en tanto que los grandes (una ortodoncia, un ordenador...) cuentan con el apoyo financiero de los padres, que normalmente conservan empleos más sólidos.

El otro perfil que engorda las cifras (80.000 gallegos de entre 30 y 39 años viven con sus padres y no son el sustentador principal del hogar, según el IGE), sale de las rupturas de pareja, que con frecuencia rebota a sus miembros hacia el hogar paterno. La cara más dramática la ponen los divorciados en mala situación económica que abandonan su vivienda y deben afrontar las cargas familiares desde la habitación donde soñaban cuando eran niños.