Empresarios y particulares del sur empiezan a plantar olivos con la intención de cosechar un aceite de calidad que se vende en el mercado a más de 24 euros el litro
19 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.De momento, la producción es tan irrelevante que la Xunta ni siquiera la tiene cuantificada, pero en la última década la plantación de olivos en Galicia al menos se ha multiplicado por cien. Al único punto del territorio gallego donde la producción de aceite era conocida y tradicional (el valle de Quiroga) se han ido sumando otras comarcas: el Baixo Miño, la Ribeira Sacra y algunos lugares de la provincia de Ourense como A Limia y Valdeorras.
La mayor parte de este nuevo impulso está vinculado a la industria del vino. Varias bodegas en Galicia experimentan con la convivencia de las dos plantas, que, en condiciones normales, suelen llevarse muy bien. Al carácter noble y decorativo que los olivos aportan a las viñas se ha unido una producción modesta que apenas llega al mercado, pero que los clientes de las bodegas valoran extraordinariamente. Obsequios bien presentados de un producto de momento exclusivo: aceite puro, virgen, de aceituna gallega. Un capricho natural, una exquisitez.
No todos los olivos gallegos están en las bodegas. Los más antiguos, por encima de los 400 años, siguen en Quiroga, una excentricidad climática al sur de Lugo, con palmeras y limoneros. Allí aún existen paisanos que recogen unos centenares de kilos y los llevan al molino más cercano a cambio del 20%: la maquila. El mismo sistema que cuando esos olivos centenarios empezaban a dar sus primeros frutos.
Una parte de ese aceite, recuperado y estructurado por parte de la bodega Val de Quiroga, se ha ido vendiendo en los últimos años a 12 euros el medio litro. A 14 en algunas tiendas gourmet en Internet. Obviamente, allí se están plantando olivos nuevos. Pero también unos cuantos kilómetros río arriba. La eclosión del cultivo del vino en la Ribeira Sacra ha ido dando pie a pequeños experimentos, de bodegueros y también de particulares, que consideran las posibilidades de unas oliveiras por encima del deteriorado mercado del pino y el eucalipto. Un fenómeno que, también a pequeña escala, sucede en el Baixo Miño, donde ya hay quien arrancó una viña para poner un olivar.
Estudios en superintensivo
El auge lo completan empresas de investigación que experimentan con plantaciones superintensivas. En Xinzo hay una con 10 hectáreas de jóvenes olivos que todavía no parecen árboles pero que el año próximo se incorporarán a una marca que ya está en el mercado: Olei, un aceite virgen extra, de extracción en frío, elaborado y presentado como mezcla gallega. De momento le ha ido de perlas. Seleccionado en Alimentaria para la barra de aceites gourmet de España, satisface pedidos por Europa y Asia, pese a que acaba de debutar en el mercado. Una botella de medio litro cuesta 17 euros. Oro verde.
A la búsqueda de ese codiciado mercado están germinando otras iniciativas. En Tomiño se ensayan variedades en una finca de cinco hectáreas en cultivo superintensivo y también esperan su primera cosecha para este año. «Es una gran alternativa de futuro», apunta un técnico del sector. Menos trabajo que una viña y similar rendimiento económico. El aceite se asoma como alternativa.