El patriarca del clan arousano deberá declarar ahora como imputado por una causa por blanqueo de dinero
18 jul 2010 . Actualizado a las 12:29 h.Entró hace veinte años en prisión y ayer la abandonó de forma definitiva. Manuel Charlín Gama, el patriarca del clan de los Charlines, está en libertad total desde poco antes de las ocho y media de la mañana de ayer. En medio de una amplia expectación mediática, fue recibido por uno de sus nietos, que se encargó de sus pertenencias, entre las que se encontraba lo que parecía ser un cuadro que ha formado parte de la decoración de su celda en la cárcel de A Lama.
Manuel Charlín salió ataviado con un pantalón beis, una camisa azul y un chaleco a juego con el pantalón. Ocultando la cabeza llevaba un sombrero. Sin embargo, no trató en ningún momento de esconderse de los medios. Más bien al contrario. Su andar fue pausado, quizá porque se ayuda en los últimos tiempos de una muleta para caminar. Aunque ayer por la mañana fue su nieto quien la portó hasta el vehículo en el que abandonó la prisión, un Audi A3 negro.
La salida de ayer cierra un historial delictivo que supera el medio siglo de vida. La primera vez que fue detenido tenía solo 26 años. Ahora sale de la cárcel con 78. Ese es en cinco líneas el resumen de la vida de Manuel Charlín Gama, aunque en realidad su biografía daría para muchos libros, porque la suya es la historia del contrabando y del narcotráfico en la ría de Arousa.
Los padres del patriarca ya se dedicaban a la venta de pescado, y en ese sector se formaron sus hijos y sus nietos, aunque el emporio que lograron fue a base de inyectar sus empresas con dinero procedente de actividades ilícitas. El joven Manuel no le hizo ascos a ningún tipo de negocio que fuese lucrativo, independientemente de si era o no legal. Así, muchos años antes de que el patrón mayor de Vigo fuese detenido por usar dinamita, Manuel Charlín ya se dedicaba a la venta de explosivos para la pesca de la sardina. Traficó con todo tipo de mercancías, desde marisco ilegal a dinamita, y fue denunciado en más de una ocasión por conducir sin carné y por irregularidades urbanísticas. La primera vez que se le detuvo, en 1958, fue por escándalo público, y años después se le acusó de encerrar en un camión frigorífico a un vecino de Valladolid con el que tenía diferencias empresariales.
Su mentor en el tráfico de tabaco fue Vicente Otero, Terito , una leyenda entre los contrabandistas de la ría. Pero Charlín fue siempre un emprendedor, y lo mismo que vio que las mismas lanchas que cargaba con tabaco permitían obtener más beneficios si transportaban hachís, de igual modo se percató de que el más lucrativo de los negocios era el de la cocaína. ¿Escrúpulos? Si alguna vez los tuvo no lo demostró.
En 1983 ya le cayó la primera condena por tráfico de drogas, y nada más estrenarse la década de los noventa fue detenido en la operación Nécora. Casi no volvió a pisar la calle. Lo hizo después de cumplir cuatro años de condena por ese sumario, pero seis días después de recuperar la libertad, el juez Baltasar Garzón volvió a decretar su ingreso en prisión por un alijo de más de 500 kilos de cocaína a bordo del Halcón II . Ya nunca más abandonó la prisión. Tuvo la oportunidad de salir cuando en el 2000 su nieta Aldara murió aplastada por una grúa, o cuando en el 2005 falleció su hermano José Benito, pero nunca quiso regalar a los fotógrafos una imagen suya esposado.
En la cárcel se enteró de que lo habían despojado de su patrimonio. La macrooperación por blanqueo que se zanjó con penas de casi cien años de cárcel para toda la familia escribió su punto final en el año 2007, cuando el Supremo confirmó la incautación de bienes al clan por valor de 20 millones de euros. Entre esas propiedades figuraba la joya de los Charlines, el pazo de Vista Real, así como el buque insignia de sus negocios, la conservera Charpo.
La muerte de Baúlo
En la cárcel siguió también el juicio por la muerte del Baúlo, abatido en su casa de Cambados por unos sicarios, y donde la viuda del Caneo acusó a los Charlines de haber encargado la muerte de su marido. Entre rejas supo del encarcelamiento de su hija mayor, Josefa, y de las nuevas andanzas de sus hijos y nietos, en algunos casos por seguir con los negocios ilegales de la familia y en otros por sus incursiones nocturnas en la movida.
Hace unas semanas recibió la buena noticia de que el cómputo de los años que había pasado en prisión condicional a la vez que cumplía otras condenas le reducía en un año la pena total, lo que le permitía abandonar la cárcel tal día como hoy. Era, en teoría, la fecha en la que saldaba sus cuentas con la Justicia. Pero a una jueza de Vilagarcía se le ocurrió entonces imputarlo en una nueva operación por blanqueo, la bautizada como Repesca. De Almudena Janeiro, titular del Juzgado número 3, depende ahora el futuro del patriarca. Quizás solo lo llame a declarar. Quizás a los seis días lo mande ingresar de nuevo en prisión, como había hecho Baltasar Garzón en el año 1997.
Por otro lado, un familiar de Manuel Charlín se enfrentó ayer e intentó agredir a un equipo de televisión de La Sexta que había acudido a grabar imágenes de uno de los chalés que el clan arousano tiene en Vilanova. El joven llegó a lanzar incuso una piedra de grandes dimensiones a los periodistas.