Un estudio realizado por la Unión Europea en el 2006 concluía que el AVE Oporto-Vigo era social y territorialmente el mejor de los 317 proyectos que Bruselas decidió apoyar económicamente en España. La idea de unir los dos territorios con alta velocidad había surgido seis años antes, cuando la Xunta encargó un estudio de viabilidad sobre dicho tren y Fomento hizo un análisis técnico sobre la construcción de ese AVE.
Los ministros de Obras Públicas de España y Portugal adoptan oficialmente en el 2002 la idea, que un año más tarde Aznar y Barroso plasman en la cumbre en Figueira da Foz, fijando el 2009 como primera fecha de conclusión para todo el trazado. La presión de Fraga llevó incluso a Álvarez Cascos a recortar los plazos iniciales y marcar el 2008 como objetivo para la conclusión para que coincidiese con la fecha teórica de entrada en funcionamiento del eje atlántico.
En el 2005, Zapatero se comprometió a concluir el tramo gallego en el 2009, pero Sócrates obvió una fecha concreta para su parte. Fue un año más tarde cuando el primer ministro luso le comunicó al presidente Touriño que el proyecto se aplazaba al 2013, fecha que ambos países adoptan en la cumbre de Braga del 2008, y que primero José Blanco y su homólogo luso después movieron este año para el 2015, plazo que ahora se vuelve a difuminar y sin horizonte claro al que agarrarse.