Durante muchos años, el guión de la presentación de los Presupuestos, y por tanto el anuncio de cuánto iba a invertir el Estado en infraestructuras en Galicia el siguiente año, se ha repetido incansablemente. La trama es conocida. Si el Ejecutivo gallego es de distinto color político al del Gobierno central, el presidente de la Xunta pone el grito en el cielo, asegura que el dinero asignado es escaso y que el reparto constituye un ultraje. Si, por el contrario, en Madrid y en Santiago gobiernan los mismos, es la oposición en Galicia la que levanta el tono, considera ridículas las partidas asignadas y acusa al Gobierno de la Xunta de venderse a los intereses de su partido en Madrid.
Nunca la trama se ha salido de ese guión, fuera cual fuera la suerte que hubiera tenido Galicia en esa tómbola, más que sudoku, en la que se han convertido los Presupuestos.
Lo habitual es que los partidos gallegos se apresuren a hacer números y cuando los periodistas les preguntan traten de convencerlos siempre de lo mismo. Para el partido del Gobierno central, Galicia sale mejor parada que nunca. Y para el de las siglas opuestas, los números evidencian la afrenta. El BNG, por cierto, en todas las combinaciones jugó con la ventaja de poder apuntarse siempre al victimismo. De modo que para analizar con serenidad el impacto de los Presupuestos en Galicia hay que olvidarse de todo ese griterío y centrarse solo en las cifras.
Resulta que este año, en plena crisis y con el Gobierno recortando gastos hasta en papel higiénico, los especialistas de la calculadora esperaban más que nunca a José Blanco para repetir el consabido guión. Pero ya con las cuentas en la mano, esta vez la tarea ha resultado difícil. Al contrario, lo complejo en esta ocasión es negar que Blanco ha barrido para casa.
Los Presupuestos son malos para Galicia porque con un recorte del gasto tan brutal como el que ha acometido el Gobierno solo pueden ser malos para todos. Pero dentro de esa tormenta, hay quien naufraga y quien salva la ropa. En todos y cada uno de los baremos de inversión que se tomen, Galicia sale beneficiada respecto a la media.
Es la comunidad que más recibe respecto a su peso en el PIB nacional, la tercera que menos recorte tiene sobre el año pasado, la segunda que más inversión per cápita recibe, la segunda que más aumenta en el porcentaje que recibe del total nacional. Y así en todo.
Esa situación de privilegio se entiende, naturalmente, porque Galicia ha venido siendo maltratada durante mucho tiempo en los Presupuestos y es necesario compensar esa anormalidad. Eso es tan evidente que ninguna otra comunidad se ha quejado por el trato claramente privilegiado que recibe Galicia este año. La pregunta es entonces, si nadie se iba a quejar de que a los gallegos se les hiciera justicia, ¿por qué nadie lo hizo hasta ahora?
Blanco lo tiene muy difícil para llegar a Galicia montado en el AVE en el 2015. Pero si lo consigue en medio de la crisis, será también muy difícil que no se convierta en presidente de la Xunta en el ¿2017?