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Viajes de fin de curso: botellas en la maleta

La Voz

GALICIA

24 oct 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Los escolares de la ESO y, singularmente los de bachillerato, suelen vivir los viajes de fin de curso como una experiencia iniciática en la que el alcohol tiene una presencia notoria. «Yo he dejado de ir porque es mucha responsabilidad», explica un profesor de bachillerato.

Atender a un grupo de adolescentes sin ningún interés en las visitas culturales y toda la atención centrada en acudir a la discoteca y dormitar en la playa puede resultar agotador, explica este docente, que confiesa que en tres días completos apenas le dio para dormir doce horas: «Hay que estar pendientes de que ninguno se pase, se meta en peleas, o pierda el control». A veces ocurre y a veces no, pero los docentes (los padres en muchas ocasiones) que acompañan a estas excursiones saben que el alcohol va a pivotar sobre buena parte del viaje: «Lo llevan ya en la maleta», explica otra profesora que ha renunciado también a participar en estos viajes: «Y no te puedes poner a revisar todas las mochilas, aunque yo a veces les he mirado las bolsas cuando salen del supermercado y he requisado alcohol».

Parejitas

No se puede controlar todo, explican estos profesores, que acompañan a los alumnos a la cena, pero que, antes de ir a la discoteca, ven cómo los estudiantes vuelven a la habitación del hotel donde suelen esconder sus botellas, para salir ya con una parte del consumo hecho a un precio más económico que el que tendrán que pagar dentro de los locales. «Otro problema son las parejitas», explica una profesora, que todavía recuerda la cara de sorpresa que se le quedó cuando un alumno le pidió en una excursión que lo dejara dormir en la habitación de su compañera de clase, ya que el nuevo curso no estarían juntos. Demasiadas responsabilidades como para desear acompañar a los alumnos.

«Iremos a Barcelona y espero que no haya nada cultural, que sea todo fiesta», expone una estudiante de cuarto de ESO en Oleiros que todavía, dice, no ha debutado en el mundo del botellón. Para muchos escolares, la fiesta o la excursión de fin de curso sigue siendo un rito de iniciación, casi impensable sin alcohol. Para muchos otros, esa frontera, el paso de la ESO al bachillerato, ya viene avalada por experiencias previas en botellones o salidas de fin de semana.