
ESPAÑOL CONDENADO A MUERTE EN ESTADOS UNIDOS Un jurado de Florida lo condenó a muerte por triple homicidio en 1994, con una foto borrosa como única prueba física. El preso español asegura que no recuerda lo que es la libertad
26 ago 2006 . Actualizado a las 07:00 h.Se ducha con las manos atadas y dice que no recuerda qué es la libertad. Tras pasar más de la mitad de su vida preso, Pablo Ibar no hace planes más allá del próximo juicio, aunque sabe que todo es posible «mientras siga viviendo». A Pablo Ibar lo quieren matar. Si lo consiguen será su segunda muerte. La primera se produjo hace 12 años cuando un jurado de Florida lo declaró culpable de triple homicidio en un proceso sin pruebas físicas en su contra, tan sólo una foto borrosa. Desde entonces, el otro Pablo, el que sobrevivió al corredor, lucha cada día por otra oportunidad de demostrar su inocencia. Cuando La Voz se reúne con él, el Tribunal Supremo del Estado acaba de desestimar su primer recurso de apelación para la celebración de un nuevo juicio. «Un golpe duro», reconoce a los pocos minutos de comenzar la entrevista en una sala de visitas «sin contacto» de la prisión estatal. Al otro lado del cristal, el que lo separa del mundo «donde tú eres quien abre y cierra las puertas», Pablo aparece con las manos atadas a la espalda. De hecho, ni siquiera durante sus tres duchas semanales puede deshacerse de las esposas. Sólo en su celda, o cuando recibe alguna visita, tiene control sobre sus extremidades superiores. Si la visita es familiar puede abrazar una vez por semana a su mujer, Tanya, o a su padre, Cándido. Si quien viene a verlo es la prensa, su mano deja una huella a modo de saludo en el cristal que divide la presunción de la condena. -Usted lleva seis años en el corredor de la muerte, y más de catorce encerrado. Después este tiempo, ¿qué ha cambiado desde el primer día que ingresó en prisión? -¿Lo que ha cambiado? (Pablo reflexiona un largo rato antes de contestar). Todo, yo no soy el mismo que cuando entré. Cuando te encierran con 20 años (ahora tiene 34) como a mí, un niño, pasas de ser un chaval que quería ser deportista o trabajar con su madre a no poder hacer planes más allá de la próxima apelación. -¿No piensa entonces en el futuro, qué le gustaría hacer si saliera de aquí? -Bueno, uno siempre tiene fantasías, acostarme y no oír el pum de la puerta. Pero lo cierto es que después de tanto tiempo ya se me ha olvidado lo que es estar libre. Yo de momento lo que quiero es ganar la nueva apelación, porque sin eso nada es posible. Lo único que sé seguro es que estaría con mi familia y que me iría a vivir a España. No voy a permitir que me vuelva a pasar algo así. -Dice que no recuerda cómo es estar fuera, ¿se puede olvidar qué es la libertad? -Sí, y eso es lo peor, que te acostumbras a estar preso, a recibir órdenes todo el tiempo y a seguir viviendo. Esto es un mundo dentro de otro mundo, hay días felices en los que puedes reírte con un compañero. Y momentos amargos. Pero aquí no puedes hundirte, tienes que levantarte y volver a ponerte los guantes. -Es difícil imaginar cómo se mantiene el ánimo en sus circunstancias. ¿Nunca ha pensado en olvidarse de todo, en dejar de batallar? -No, yo voy a luchar mientras siga respirando por demostrar mi inocencia. Aunque en esta cárcel hay como 20 presos que podían seguir presentando recursos y han preferido morir porque estaban muy desesperados. Es un proceso muy lento, yo sólo con mi primera apelación he tardado seis años. Aquí hay gente que lleva como 25 años esperando la muerte. -¿Es esa espera la más temible, algo peor que la muerte? -Nada es peor que la muerte, porque mientras estás vivo puedes cambiar cosas, lo que te pasa en la vida. Pero si te matan no, no puedes cambiar nada. Yo no quiero morir. No quiero pasar preso toda mi vida tampoco¿ Pero no quiero morir. -¿Le ayuda el hecho de ser creyente en esta lucha continúa? -Yo ya creía en Dios antes de entrar aquí y lo sigo haciendo. Siempre he pensado que lo que me ocurre no es culpa de un ser supremo, sino de los hombres. Aunque sí creo que lo que me está pasando es por algo. Si me declararán inocente quizá sirva para que se reflexione sobre la pena de muerte, quizá ayude a otra gente. -Dice qué quizá cambie algo, pero ¿cómo ha cambiado para usted, qué pensaba antes de la pena capital? -No tenía opinión, no pensaba en ello. Yo era muy joven y no me importaba. Piensas que nunca te va a pasar a ti. Pero ahora, aquí, veo que no funciona. Sólo en el estado de Florida se han ejecutado desde 1979 a más de 56 presos, y se ha demostrado la inocencia de otros 25. Eso significa que de cada dos condenados uno es inocente. Quién puede confiar en una justicia así. -Uno de los argumentos más utilizados por los detractores es que en el corredor sólo hay minorías raciales. ¿Se cumple esa realidad en esta cárcel? -Aquí es todo puro hispano y negros. Todo depende del abogado que tengas, no sólo en el corredor, también en las cárceles normales. Si yo hubiese tenido un buen abogado desde el principio no estaría aquí ni de broma. Te diré que también hay gente que me ha confesado que son culpables, pero después de vivir con ellos no son tan malos. -En su caso, muchos políticos de nuestro país le han apoyado. ¿Hasta que punto cree que puede ser efectiva la presión de España? -En muchas cosas. Gracias a España tengo a mi nuevo abogado, Peter Raben (es conocido por haber logrado el indulto para el condenado a muerte Joaquín José Martínez). Pero lo más importante es que esto hace que no se me olvide. Que nadie se olvide de que me quieren matar.