Los últimos habitantes de Riomaior guardan las leyendas locales
27 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Riomaior es una pequeña aldea de Quiroga que va camino de engrosar la lista de poblaciones abandonadas y cubiertas por la maleza. De las catorce casas que llegó a tener, hoy solo quedan tres en pie y sus habitantes no las utilizan todo el año. Buena parte de ellos, algunos ya muy mayores, viven en pueblos cercanos, como Margaride y Freixeiro y en Quiroga o Monforte; pero aún vuelven con regularidad para atender el souto, algún huerto y recoger las castañas. Son los últimos conocedores de las leyendas locales, alguna de las cuales se remontan incluso al incierto tiempo de la fundación de la aldea.
Cuentan los vecinos que el primer habitante de Riomaior se instaló en O Liñar, en la parte baja de la actual aldea, que pertenece a la parroquia de Quintá de Lor. Y no llegó allí de manera accidental. Al parecer, fue el causante de la muerte de una persona y después de ser procesado la justicia le dio dos opciones. «Podía ir ao cárcere -cuenta una de las personas que se criaron en el pueblo- ou marchar desterrado a un lugar solitario no que non houbese xente e coa obriga de traballar o monte».
El condenado eligió seguir siendo libre y fue a parar a donde hoy está Riomaior, donde empezó por levantar una pequeña casa para cobijarse y se puso a trabajar las tierras plantando árboles y hortalizas. Se dice que todo el souto de castaños del pueblo fue plantado por él.
La gota en el castillo
La tradición oral cuenta incluso cuál fue el final de aquel anónimo fundador. En aquellos tiempos, el centro administrativo de la Encomienda de Quiroga era el castillo de Torrenovaes, desde donde se gestionaban y cobraban los foros. Cuando pretendieron cobrarle al primer habitante de Riomaior los impuestos por los terrenos cultivados, él se negó a pagar, alegando que no había hecho más que recuperar unas tierras que estaban a barbecho o sin cultivar.
Detenido y encarcelado en Torrenovaes, lo sometieron a la tortura de la gota en el cráneo, hasta que murió por locura. Otra versión dice que su esposa pagó su libertad con un ferrado de monedas, pero poco después falleció en su casa a raíz de las secuelas que le quedaron.
Riomaior fue un lugar de tránsito. Por encima de la aldea pasa el Camino Real, muy transitado en otras épocas por gentes de diversas procedencias y por los arrieros que transportaban mercancías y correos con sus mulos y caballerías. A Taberna era el lugar donde paraban para comer y entregar sus cargas a otros arrieros que la hacían llegar a su destino. Cerca de este lugar estaba O Mesón, donde se supone que había una especie de posada. No muy lejos de la aldea y al lado del Camino Real está el lugar de Os Pedrós. Cuentan los actuales pobladores que allí aconteció un suceso dramático que tuvo a todo el pueblo en vilo. La señora Paca, una de las vecinas que más tiempo pasa en Riomaior, recuerda cómo le contaron que en ese lugar fue asesinado un arriero cuando pasaba con sus mulas. Al poco tiempo se presentaron las autoridades procedentes de Lugo y acompañadas de los «verdugos» para ajusticiar al presunto asesino, supuestamente un habitante de la aldea.
Todos los vecinos fueron llevados a Os Pedrós, mientras que en Riomaior se quedaron los «verdugos». Paca asegura que «entón dixo a xustiza aos veciños: van berrar todo o que poidan onde mataron a ese señor e se oen as súas voces na aldea van todos ao cárcere». Los gritos no se oyeron y el pueblo entero se salvó de la prisión.
Fuente templada en invierno
Eran varias las fuentes y manantiales de las que se abastecían los vecinos, bien para consumo o para regar prados y huertas. Estaban las de A Pinchela, A Travesa y A Fonte do Coballo. De esta última recuerdan que durante el invierno el agua salía templada.
A trescientos metros del pueblo y por el camino que lleva a O Sobrado, se conserva un antiguo lavadero en el mismo punto donde la ruta cruza el arroyo de Riomaior. Está formado por una gran losa de piedra, colocada en ángulo sobre el cauce, y una pequeña represa que preparaban con «terróns de terra e pedras». Sobre la piedra se colocaban varias mujeres para lavar la ropa que más tarde tendían sobre las silvas para su secado. En este mismo lugar se construyó una presa de chapacuña sobre el arroyo, con el objetivo de desviar parte del caudal hacia un viejo molino sin peneira, de los llamados «relo», que actualmente está en ruinas.
Como curiosidad hay que destacar el reciente hallazgo de una «ola» encastrada en la pared de una de las viviendas que hoy está en ruinas. Su propietario, que ronda los 90 años, dice que no sabía de la existencia de este cacharro de barro, pero supone que pudo ser utilizado para guardar dinero, objetos o documentos importantes.