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Una laboriosa industria artesanal de la que solo quedan recuerdos

La Voz

LEMOS

23 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Como muchas otras localidades de la montaña lucense, la aldea de Cereixido ha sufrido de una forma muy acusada el declive demográfico del medio rural y hoy solo está habitada por unos pocos vecinos. En la parte alta de la aldea se encuentra la iglesia de Santa María de Cereixido, donde destaca la curiosa ornamentación de su fachada y la de su puerta labrada. A su lado está uno de los tejos de mayor envergadura y antigüedad de la provincia, incluido en el Catálogo de Árbores Senlleiras de Galicia.

En el pueblo quedan ya pocos recuerdos de los tiempos en que la fabricación de cal era una actividad cotidiana. El proceso de elaboración era muy laborioso y empezaba por arrancar la piedra caliza de sus yacimientos para a continuación deshacerla en trozos pequeños a fin de facilitar la calcinación.

Un proceso largo

La cocción era larga y tediosa. Según recuerdan los vecinos, hasta sesenta horas seguidas eran necesarias para calcinar una carga u hornada de piedra caliza. Durante todo ese tiempo había que alimentar constantemente el horno con una gran cantidad de tojos y otros arbustos leñosos, un combustible que por otra parte resultaba abundante y asequible en esta zona. Para completar el proceso llegaban a necesitarse hasta cincuenta carros diarios cargados de tojos.

Cuando se completaba la calcinación, el proceso estaba aún lejos de haber terminado. Antes de retirar la cal había que esperar tres días para que el horno recuperase la temperatura ambiente y fuese posible hacerse por fin con el producto tan trabajosamente preparado.